No me conceden el privilegio de ocupar esta columna para que cuente quién me cae bien y quién no. A Sergio Sayas y Carlos García Adanero les traté en mi vida política, primero como compañeros y luego como agrios adversarios. La consideración personal que me merezcan es lo de menos. Lo de más es poder entender qué les ha pasado y que consecuencias va a tener a futuro. Habría que comenzar por decir que no son unos tránsfugas. Les han echado del partido en el que militaban y al que representaban institucionalmente, purgados por orden directa de José Javier Esparza. A pesar de que su supuesta indisciplina podía haber sido sancionada de una manera más ecuánime, y a pesar de que hubo intentos para que el inútil que preside UPN reconsiderara su desmesura. Pero no lo hizo, por dos razones. Una, porque lo había pactado con el PSOE, no sólo la votación de la reforma laboral, sino poner mordaza a unos diputados que no eran cómodos para el Gobierno de Sánchez. Y dos, porque de paso cerraba cualquier posibilidad de disidencia futura, seguramente amalgamada alrededor de un Sayas que vigorosamente le disputó el puesto. Lo de Esparza es compendio ilimitado de inutilidad y mendacidad, un personaje que, por fortuna, solo vamos a tener que aguantar unos pocos meses más. No es tránsfuga el que es expulsado, como cualquiera puede saber. Y si te expulsan, tienes perfecto derecho a buscar dónde ejercer. Escuchar al mismo tiempo a Bolaños, Chivite, Esparza y Maya calificarles de tránsfugas es la mejor demostración de que algo más, mucho más, están dispuestos a hacer juntos tales acusadores. La otra incriminación a Sayas y Adanero es el de desobediencia a la orden relativa a aquella votación parlamentaria. De lo que cabe hablar bastante, porque es un asunto que va más allá de esta refriega y afecta a qué entendamos deba ser un representante. Cuando un partido elige a sus candidatos para un puesto institucional no hace un sorteo para que vaya cualquiera y espere una llamada del jefe cada vez que tenga que apretar el botón en el escaño. Eligen a quienes sepan desenvolverse, mostrar un mínimo criterio político, y trabajar de una forma suficientemente diligente. Eso buscaron con el duo. Conscientes los que les pusieron ahí que iban a instaurar una praxis parlamentaria lo más notoria posible, la que UPN anhelaba gracias a su posición mayormente pintoresca en el Grupo Mixto. Resulta que los ahora repudiados supieron aprovechar la oportunidad; y ocurrió que Sayas le decía al ministro Illa durante la pandemia que su gestión estaba siendo criminosa, sin faltarle razón, y que Adanero aprovechaba cada minuto de los que disponía en los plenos para repartir mandobles a Sánchez sin necesidad de leer un papel. Como no mandaron al escaño a dos autómatas, sino a dos personas con acreditada trayectoria, no parece que se les pueda pedir sólo obediencia y nada más que obediencia de mascota. Todo este caso se resume en dos escenas. Una, la comida de Esparza, Cerdán y Bolaños, a cuál más pérfido, organizando la logia, que dice Chivite que las cosas no se deciden en los despachos pero eso se le parece bastante. Dos, la llamada de la tal Yolanda Ibáñez, que parece debe ser secretaria general de UPN, a Sayas y Adanero para decirles el botón que debían apretar. Una señora que apenas sabe concretar un tuit, pero que, eso sí, se adorna el cuello con la gargantilla de la silueta de Navarra, porque es lo único que esa peña necesita para hacer política. Quien no vea la decrepitud causante de todo este momento, nada ve.

Les va a tocar pasar una mala temporada a Sayas y Adanero. Es muy fácil alimentar la descalificación personal cuando te sales del guión. Pero también aquí convienen saber ante qué estamos. El día que el PP les abrió la puerta de la sede, salió UPN con el pellizco de monja de decir que realmente no estaban dados de baja como militantes, cuando era notorio que habían sido autoritariamente suspendidos. Bastó que Príncipe de Viana emitiera la ventosidad para que al día siguiente fuera recogida en portada, ese “sin ni siquiera darse de baja”. Lo que sigue ocurriendo es lo mismo que ya conocimos hace años. La alianza entre unos tontos muy tontos y unos listos muy listos, mancomunados para resucitar la entente UPN-PSN, y que vuelvan las canonjías. De ahí que Sayas y Adanero, rompiendo el tablero, molesten tanto. Se les acusa de llevar mucho tiempo en un cargo. Quienes sí parecen eternos son los efectivos políticos, económicos y mediáticos que quieren que regrese el tiempo del navarrismo coartada.