Reconforta saber que hay profesionales del sector de la hostelería que, en determinadas circunstancias y sin prejuzgar las causas, saben cómo proteger a víctimas de violencia machista y actúan con contundencia ante el más mínimo indicio. El caso de la chica presuntamente violada por el futbolista Dani Alves -en prisión preventiva- demuestra que "la impunidad con la que han actuado durante mucho tiempo algunos personajes públicos, gente con poder, se ha acabado", reconocía recientemente la portavoz del Govern. Y quizás sea verdad que el miedo está cambiando de bando.

Seguramente mucha gente con dinero y fama ha convertido en hábitos sus vicios -alcohol, drogas, en un pack donde también estaban “las chicas”- considerando a muchas jóvenes como presas fáciles. Chicas monas, reservados e impunidad en el mismo lote. Y sin necesidad de ser famosos, gente con pasta. ¿Tan acostumbrados están algunos hombres a conseguir lo que quieren por invitar a unas copas en una sala vip? ¿A cambio de dinero también lo consiguen? ¿Es tan fácil que los tíos entren en un baño de tías si el de seguridad hace la vista gorda?

Hace poco leí en El País que en muchos clubes de Barcelona utilizan a jóvenes como reclamo para atraer a clientes. Su misión es sonreír y lograr que los hombres beban más. Algunas cobran 50 euros y otras entran gratis. Es la sociedad machista en la que todavía estamos inmersos, cierto. Hay cosas que apenas han cambiado. Pero la detención de Alves es un ejemplo de cómo la sociedad empieza a estar más preparada para rechazar abusos sexuales. También es una historia de mujer valiente que dice no hasta el final. Encerrada en contra de su voluntad en un baño de la zona VIP de la discoteca, abofeteada y violada, según su testimonio, se negó hasta a decirle que era su “putita” tal como él le imploró. El portero de la discoteca fue la primera persona en auxiliarla al verla llorando: el protocolo ideado por el Ayuntamiento de Barcelona en 2018 (No callamos frente a agresiones sexuales) para discotecas, salas de fiestas y festivales, funcionó. La atención inmediata se produjo si bien no se pudo retener al presunto agresor hasta la llegada de la policía porque abandonó antes la sala. Sí se acompañó a la víctima a una estancia habilitada para este fin, le acompañaron su prima y su amiga. Y se le ofrecen las alternativas previstas en el protocolo: llamar a los servicios de urgencia o a la policía, en este caso fueron los Mossos, y siempre acompañando a la víctima hasta que abandone el local de forma segura y antes de que desaparezcan las pruebas en caso de que haya denuncia. Su testimonio y posterior denuncia fue claro y rotundo. Hasta ha rechazado una indemnización para que la crean.

Muchas discotecas guardan también imágenes de las cámaras de seguridad durante unos 30 días por si pueden servir de prueba de cara a un juicio. En este caso se ve al futbolista hacer tocamientos a la joven sin consentimiento. Y el “encierro” en el baño entre Dani Alves y la denunciante tuvo una duración de 16 minutos. Y yo digo, ¿qué ocurrirá donde no hay cámaras, en parques, polígonos, fiestas en casa, botellones...?