Enero arrancó, entre otras noticias, con la denuncia por violación contra el futbolista brasileño Dani Alves cometida en una zona reservada de una conocida discoteca de Barcelona la noche del 30 de diciembre. Entonces el protocolo de la sala contra las agresiones funcionó, se protegió y se creyó a la víctima y la investigación pudo llevarse a cabo con garantías, poniendo el foco donde tenía que estar, en el presunto agresor, todavía en prisión, ya que la jueza cree que “existen indicios mucho más que suficientes” para considerar que esa noche se produjo una agresión sexual, una violación. Sin acabar de tener toda la información, y una vez más asistiendo al lamentable espectáculo en el tratamiento periodístico de algunos medios de comunicación en los que se saltan todas las recomendaciones éticas que hay que tener a la hora de abordar los casos de violencia contra las mujeres, llegan las denuncias por acoso en los premios Feroz. Lo que tenía que haber sido la primera gran noche del año en el cine español, con una cosecha de gran calidad como lo confirma el palmarés, acabó convertida en una especie de #MeToo, por las denuncias contra el productor Javier Pérez Santana, que fue detenido al día siguiente de la ceremonia como presunto autor de un delito de agresión sexual a una actriz en la fiesta posterior a la gala. No es la única que le denunció, ha habido otras personas que le acusan de tocamientos, besos, baboseo... Por desgracia conductas que en determinados ambientes y con consumos de alcohol y sustancias han estado normalizados. Pero las cosas van cambiando y esa normalidad con la que antes cada una o uno llevaba como podía esa presencia de babosos, asumiendo en silencio situaciones de acoso, ahora son denunciables. Poner el foco en quien las comente para aislarle y que sus actos tengan consecuencias y dejar de culpabilizar a las víctimas es clave para que se asiente la idea de tolerancia cero. Que el nombre que se haga público sea el de quien acosa o agrede, no de quien denuncia y que se interiorice que todo aquello que se hace contra una mujer sin consentimiento es una agresión. Se acabaron los tiempos de callar y aguantar, es hora de poner voz a hechos largamente silenciados. Desde el mundo del cine aseguran que hay poca gente en el sector que no haya sufrido acoso sexual. Lo triste es que en este tipo de galas, como la próxima de Los Goya, tengan que tener protocolos antiacoso ante lo que pueda pasar, porque está claro que todavía no hemos erradicado esta lacra y toda prevención es poca.