Como Froilán, que juega con la escopeta porque su padre se la deja. Como el cazador torpe, que lleva el arma con el cañón apuntando al suelo. Así se disparó el Gobierno de Pedro Sánchez en el pie. Cuando la ministra de Igualdad, Irene Montero, elaboró la Ley de Garantía Integral de Libertad Sexual, que luego simplificó tan pomposo nombre con el más cómodo de Sólo Sí es Sí, no se esperaba ni de lejos que su arma perfecta contra los depredadores sexuales le iba a explotar en el pie nada más salir en el BOE.

Los expertos juristas dicen y repiten que la ley es buena, que abarca como nunca la sanción a cualquier resquicio del machismo abusador, que deja bien claro que sin consentimiento no puede tener lugar ninguna práctica sexual. Pero, sin matices, también reconocen los juristas el riesgo de aumentar las penas para los “abusos”, que eran delitos sexuales menos graves, pero abriendo la posibilidad de tener penas menores las antiguas “agresiones”, delitos sexuales con intimidación y violencia. Y con el principio garantista de in dubio pro reo, abogados astutos y jueces predispuestos se apresuraron a revisar a la baja las condenas a delincuentes sexuales.

Comenzó así el rosario de rebajas de condenas y las excarcelaciones que, convenientemente publicitadas y amplificadas por los medios informativos de la derecha –que son casi todos– fueron caja de resonancia de la alarma generalizado de la sociedad y el alboroto hipócrita de la oposición, en sus manos una de las más beneficiosas bazas para desgastar al Gobierno.

Independientemente del debate jurídico, lo que no se acaba de entender es cómo fue posible que nadie hubiera caído en la cuenta del coladero antes de aprobar la ley. Cómo el Congreso de Diputados la aprobó el 25 de agosto, en pleno verano, pleno relajo quizá. Inexplicable que al primer goteo de rebajas y excarcelaciones nadie cortara inmediatamente por lo sano y añadiera los parches legales necesarios para que la solvencia del Gobierno no se desangrase a chorros por la herida.

Ha habido demasiado pusilánime en el sector socialista del Gobierno, demasiada arrogancia en el Ministerio de Igualdad y el sector morado. Han dejado demasiadas puertas abiertas en las cárceles por las que han vuelto a la calle personajes que en su día fueron peligro público y quién sabe si lo siguen siendo. Pedro Sánchez ha tardado demasiado en centrar su atención en la herida que estaba gangrenando su pie tras el tiro que le pegó la otra parte de su Gobierno.

La oposición, por supuesto, se ha aplicado en meter el dedo en la herida y retorcerlo hasta hacer la máxima sangre posible. Ha percutido como un martillo pilón y lo seguirá haciendo todos los días hasta la fecha electoral. Un empeño hipócrita, sin duda, teniendo en cuenta que ni el PP ni Vox creen en la agresión machista y que las mujeres agredidas les importan una mierda. Si a esta ofensiva de la oposición se unen el antifeminismo de un sector de la magistratura y el entusiasmo antigubernamental de la mayoría de los medios de comunicación, ya tenemos la tormenta perfecta para este momento preelectoral.

Tarde, muy tarde, pero parece que Pedro Sánchez se ha decidido a restañar la herida a golpe de decreto ley modificador de la devastación electoral que supone el Sólo Sí es Sí, mientras la ministra de Igualdad y su equipo se resisten a reconocer su error. Un error que hasta el momento está siendo prácticamente el principal y demoledor argumento de campaña.