Si algo tenemos que aprender de otras crisis anteriores como la que sufrimos en 2008 es que las decisiones políticas y económicas que se adopten tienen que pensar en el mañana, en el legado que dejemos a las siguientes generaciones y, por esa misma razón, deben sustentarse en otro modelo de crecimiento más sostenible, social y ambientalmente. Construir una sociedad más ecológica, digital-inteligente y justa –menos desigual– es un papel de todos y todas, de administraciones, de empresas y de ciudadanía que, hay que recordar, se relaciona, se mueve y consume cada vez con una mayor conciencia del entorno en el que vive, de su territorio y su gente. Los fondos europeos Next Generation brindan una oportunidad única para construir una comunidad más robusta dentro de una Europa más unida. Y partimos de un tejido productivo que lleva años apostando por ser sostenible en el tiempo –que apuesta por las renovables por ejemplo– y mucho más autosuficiente. La magnitud de la inversión definirá el futuro y es importante hacerlo bien para proyectar la economía europea con valores éticos que contribuyan a desarrollar sociedades más resilientes, capaces de adaptarse a situaciones adversas. Una estrategia que está basada fundamentalmente en la confianza en las personas. Para empezar, hay muchos jóvenes titulados y bien formados pero experimentan muchas dificultades para encontrar puestos de trabajo adecuados, y a los que nos tenemos que dirigir y apostar por ellos con empleos de calidad. Esta misma semana conocíamos que el Gobierno de Navarra ha comprometido ya en diferentes proyectos más de la mitad de los 479,2 millones que el Estado le ha asignado de los fondos europeos de los llamados MRR. Partidas importantes que se destinan a áreas como la rehabilitación urbana, ayudas a I+D y a la modernización industrial, a la creación de comunidades energéticas, a reforzar la salud mental y los servicios sociales, a educación y conocimiento, al desarrollo rural, a crear una planta de hidrógeno verde o extender la fibra óptica. Todo un reto para la administración a la hora de impulsar la iniciativa pública y la inversión privada ya que exige que las obras estén ejecutadas antes del 2026. La reforma de viviendas, carriles bici, las acciones para minimizar el riesgo de las inundaciones y las ayudas a sectores de renovables son algunos de los ejemplos de cómo esos fondos van a retornar en el bienestar de la sociedad navarra. Aprovechemos el momento.