Desconozco qué le han visto los empresarios españoles para colocar a Garamendi al frente de su patronal CEOE. En realidad, es un personaje al que las comparecencias públicas y las declaraciones que le acompañan se le acaban atragantando siempre. Ahora la acaba de liar de una forma nada presentable y casposa. Conocido que el hombre, al parecer ajustado para llegar a fin de mes como autónomo en su cargo de presidente de la CEOE, se ha subido el salario un 9% hasta los casi 400.000 euros y se ha firmado a sí mismo un contrato laboral para sustituir su condición de autónomo ha comparado las muchas críticas que ha recibido por todo ello, buena parte de ellas de los propios empresarios, con casos en los que “hay una violación y dicen que la chica llevaba minifalda”. De lo primero, supongo que Trabajo ya inspeccionará si su contrato como autónomo era legal. No está muy claro porque ya ha cambiado dos veces su versión. Y de lo segundo, no me dan las neuronas para imaginar a Garamendi en minifalda. Inaceptable. A las primeras criticas por el subidón de su ya alto sueldo – la mayoría de los presidentes de la patronales autonómicas, incluido el de la CEN en Navarra, Juan Miguel Sucunza, no perciben ningún salario por esos cargos–, se han sumado las reacciones por esta banalización de la violencia sexual y machista contra las mujeres por la que ha tenido que acabar pidiendo disculpas. Por supuesto, como es habitual por estos lares, la posibilidad de dimitir por ello no es una posibilidad. Garamendi seguirá a lo suyo. Rechazando y criticando la subida del salario mínimo hasta los 1.080 euros al mes, más o menos 33 veces menos de lo que gana él cada mes tras este aumentillo salarial. Y oponiéndose sistemáticamente a cualquier mejora salarial de las trabajadoras y trabajadores. Por supuesto, sin que su altísima nómina entre en esa necesidad imperiosa de intercambiar reducción salarial por competitividad. Le pagan por hacer temblar el Estado de Bienestar, o lo que va quedando de él tras una década larga de recortes de derechos laborales y sociales, cada vez que sindicatos o gobiernos intentan recuperar parte de los derechos de los trabajadores eliminados o reducidos. Nada nuevo, pero cada vez más indecoroso. La verdad es que viendo el historial que acumulan buena parte de los últimos presidentes de la CEOE que han antecedido en el cargo a Garamendi está claro que los empresarios no tienen suerte en la elección. Ejemplos evidentes de cómo los plutarcas políticos, económicos y empresariales se aplican a si mismos, sin sonrojo alguno, una ética particular al margen de la sociedad. De lo que no habla nunca Garamendi es del modelo especulativo, usurero y corrupto que anida en algunos ámbitos del sistema financiero y empresarial español. Más impuestos indirectos (IVA), los que pagan todos los ciudadanos independientemente de su renta y más ayudas generalistas de todo tipo, también sin discriminación por renta y riqueza, menos impuestos progresivos, menos aportación fiscal de las empresas y sociedades, menos salario y mayor precariedad y recortes en la sanidad, atención de los mayores y educación públicas son las recetas del nuevo modelo socioeconómico de los peores portavoces de este decadente capitalismo del siglo XXI.