Me fascinan las Segundas Vidas. Las que comienzan a erigirse sobre la anterior en un instante. Ese en que una persona que lleva unos cuantos años dedicándose a algo con pasión resiliente, con oficio, con alegría, con estoicismo entrenado o con la satisfacción pequeña y confortable que es para muchos la rutina deciden cambiarla. Y a partir de ese segundo cruzan la línea, cierran la puerta tras de sí y se ponen en serio con otra actividad que no aparecía en su mapa vital salvo, quizá, en la isla de la fantasía. El otro día me encontré con una gran historia de Segundas Vidas recogida por la periodista Elena Bergeron.

Muchos chavales negros de barrio humilde de New Jersey sueñan con convertirse en jugadores de fútbol americano y lanzar en la Super Bowl después de ver besarse a dos desconocidos en la pantalla de la Kiss Cam. Myron Rolle consiguió lo primero pero lo segundo se le escapó. Los Titanes no le renovaron contrato. Myron tenía 25 años y se hundió. Su futuro se esfumó, volvió a su barrio de New Jersey y a casa de sus padres cuando dormir en tu cama de niño se interpreta como una derrota. Entonces su madre le mostró un cuaderno de cuando tenía 11 años. En una página había escrito dos sueños:

– Ser jugador de fútbol

– Ser neurocirujano

El exotismo de la segunda línea en alguien de 11 años se debía a un libro que le había regalado su hermano, la autobiografía de Ben Carson. El autor contaba cómo pasó de chico de barrio pobre a director de Neurocirugía pediátrica en el Hospital Universitario Johns Hopkins. Su madre le dijo a Myron que el primer sueño ya había terminado. Había que ir a por el segundo. Lo hizo. Hoy, a sus 36 años, Myron Rolle es médico y se encuentra en su 6º año de residencia en neurociencia en la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard y el Hospital General de Massachusetts. “Las palabras de mi madre, su fe en mí y su disposición en aquel momento fueron justo lo que necesitaba para poder avanzar hacia el siguiente capítulo de mi vida”. Amas y aitas, confiemos en nuestras criaturas. Y en que nosotros a veces también podemos escribir un capítulo 2. l