Uno de los episodios más lamentables de la Biblia es ése en el que Jesucristo le pega la bronca al apóstol Tomás por haber necesitado “ver para creer”. Una oda a la ignorancia y una patada al método científico que han marcado durante muchos siglos a la civilización cristiana (valga el oxímoron). Pero como ya no estamos en esos disparates, por lo menos no todos, a lo largo de estas semanas hemos mantenido un prudente escepticismo con quienes nos anunciaban la buena nueva de que Fernando Alonso ha acertado por una vez en la vida al elegir escudería y va a conducir este año un auténtico pepino. Y aunque el viernes marcó el mejor tiempo en los libres con su flamante Aston Martin, y por si algún rival esconde algo, que no sería la primera vez, nos van a permitir que esperemos al domingo para cantar Hosanna y para resucitar nuestra alonsomanía. Cuando hayamos visto la carrera, por supuesto.