El mensaje que los 15 gobiernos territoriales subestatales con competencias legislativas, reunidos ayer en Bilbao en el marco de la iniciativa Rleg, envían al conjunto de instituciones europeas merece ser valorado como una oportunidad de reverdecer los principios y valores del proceso de Unión Europea, partiendo del de libre adhesión y reconocimiento de la diversidad como una riqueza en el continente. Casi la mitad de la ciudadanía de la Unión –un 45% de la población– está gobernada por Ejecutivos sin rango de Estado pero con competencias legislativas que se aplican a 71 territorios. Ese caudal descentralizado tiene limitada su presencia en la toma de decisiones que afectan a sus competencias y no tienen garantizado que los Estados miembro sean la correa de transmisión de sus intereses, capacidades y prioridades específicas, que en demasiadas ocasiones se ven relegadas por estrategias ajenas. Las regiones agrupadas en Rleg quieren tener un papel activo y reforzar la consolidación de las estrategias comunes en lo social, lo económico y lo cultural haciéndose partícipes de su diseño que, de hecho, propugnó en mayo pasado entre sus conclusiones la Conferencia sobre el Futuro de Europa. Esta iniciativa propuso dos iniciativas concretas para dar curso a la demanda de las regiones europeas de participar en los procesos legislativos de la Unión y las instituciones que la auspiciaron, la Comisión Europea, la Eurocámara y el Consejo Europeo, asumieron dar seguimiento a sus recomendaciones. Es momento de abandonar la tentación de levantar sospechas sobre la voluntad de adhesión de las regiones legislativas al modelo de bienestar y cooperación en Europa. La reivindicación no es sinónimo de amenaza sino de oportunidad de cohesionar unas estructuras que gestionan con éxito el bienestar de su ciudadanía. El impulso desde el Gobierno vasco a articular mecanismos de cooperación interregional, como acreditan las iniciativas de las últimas semanas, merece la suma de otros Ejecutivos en la misma situación de aportar y obtener a su vez un papel en el concierto europeo, empezando por el de Navarra. La declaración que alerta contra la centralización de los diseños europeos es suficientemente transversal en lo político, lo geográfico y lo cultural como para ampliar su alcance sin complejos.