Estos últimos días estamos viendo imágenes, datos y estudios preocupantes en torno al Pirineo. La nieve desaparece. Estamos en marzo y en las pistas de esquí ya se ve todo negro. El cambio climático parece imparable si tal como alerta el último informe de la ONU no se toman medidas urgentes. Un fenómeno global con un efecto local. El Pirineo ha pasado en cuestión de días del blanco al marrón, de la nieve a la tierra. Quizá es un aviso y una metáfora. Que la nieve se funda es alarmante, pero que desaparezca la población es lo verdaderamente preocupante. Porque sin habitantes el paisaje se vacía de contenido y se asemeja a un decorado, a una estampa sin vida ni colores. Y eso no es el Pirineo que queremos, que quieren sobre todo quienes viven y trabajan en él. En esta legislatura, en la que fenómenos globales como el cambio climático o la pandemia han podido con todo, el Pirineo vivió su propia oleada temporal de población cuando muchos descubrieron sus senderos y pueblos como refugio y escapatoria a un virus que cambió nuestras vidas. Pero la Covid 19 se fue y el mundo rural volvió a quedarse a solas consigo mismo, por más que en algunos momentos y lugares concretos esté amenazado por la gentrificación y el turismo no sostenible. Sin embargo, es cierto también que el enorme trabajo de muchos colectivos sociales y entidades locales que venía de atrás ha conseguido poner al Pirineo en el mapa y en la agenda de los políticos, aunque en ocasiones parece que ha entrado más en la agenda electoral y comercial. Varias de las propuestas que se venían lanzando y exigiendo desde el territorio han ido cobrando realidad en forma de proyectos, programas y otras medidas, aunque muchas siguen esperando. Se sigue reivindicado una ley contra la despoblación, pero mientras llega hay que avanzar y poner el foco en lo importante que es cuidar y proteger a la población, a quienes viven, trabajan o estudian en esta zona todo el año para que en tiempo de ocio la pueda disfrutar el resto. Por eso son importantes los Encuentros organizados este fin de semana en Otsagi y Erronkari, para poner en común pero también en valor todo lo hecho hasta ahora, debatir prioridades, hacer balances y apostar por el futuro de la zona, sin ceder en las reivindicaciones pero renovando la ilusión y las ideas. Sumar de nuevo la fuerza colectiva para captar, como si fuera un selfie, una imagen en colores del Pirineo, no como una foto fija, sino como sujeto político y social activo, con voz y derecho propia.