Esta tarde viene al Planetario de Pamplona, y permítanme traer hoy a la columna las cosas del trabajo, una mujer que ha intentado (y sigue intentando) que en Afganistán, donde el cielo es tan brillante por la noche como en pocos otros sitios del mundo, donde el conocimiento astronómico vertebró la cultura y la religión, ese cielo pueda ser estudiado y disfrutado. Porque ahora las mujeres no pueden asistir a la universidad, están siendo masacradas en todas sus libertades en un país gobernado por unos ignorantes misóginos, apartadas de la esfera pública. A la ingeniera Amena Karimyan el golpe talibán la apartó a Europa, cuando estaba consiguiendo hacer realidad su sueño de crear el grupo astronómico Kayhana en situación ya entonces complicada: hablamos de un país que lleva decenios entre ocupaciones militares extranjeras e integrismos autoritarios, que ha apartado a las mujeres de la vida pública y convertido a la ciencia en algo extraño que era visto con recelo por las autoridades, no digamos ya por los extremismos religiosos que fueron alimentando el odio y el actual estado de ocupación. Los libros de astronomía de las bibliotecas, por otro lado, cerradas para las mujeres, han desaparecido, y toda la huella de una ciencia que fue parte de la historia de este gran país está siendo negada en una terrorífica situación que, sin embargo, transcurre sin ocupar páginas en los medios salvo en muy raras ocasiones. Por eso Amena es necesaria, su voz nos recuerda que no podemos permitir las injusticias, las violaciones sistemáticas de los derechos humanos. De visita por nuestro país, aquí donde ahora se convierte cualquier estupidez en titular, la voz de esta científica nos recuerda por el contrario la necesidad de luchar por las libertades y el conocimiento y hacerlo noticia.