La cosa se pone fea. Comer dos piezas de fruta y tres de verdura al día va a ser misión imposible. Ya lo era el consumo de carne con el encarecimiento de piensos que disparó los precios en el último año. Solo en marzo el precio de las legumbres y las hortalizas frescas ha subido un 27,8% respecto al año pasado, el 20,4% en Navarra (el 5,4% el último mes de marzo), la fruta no tanto, pero ya nos están advirtiendo que los precios van a dispararse. El problema ya no es la inflación, los costes energéticos, la crisis o la guerra. Tampoco están siendo efectivas las medidas gubernamentales como la bajada del IVA o las sonadas cestas de compra antiinflación. Ahora el problema es el cambio climático. Los agricultores ya están alertando de las consecuencias de convertir las frutas y verduras en artículos de lujo.

Los productores en Andalucía alertan que al margen del precio no va a haber producto si se mantiene una primavera seca. La cosecha de la fruta de hueso merma, y el trigo, la cebada, la avena y el centeno, que se produce entre octubre y febrero, está al límite por falta de agua. Ahora que estamos en campaña habrá que darle una vuelta a la agricultura intensiva que arrasa con el agua como se ha visto en Doñana. Mientras tanto resulta cada vez es más frecuente ver a personas jubiladas entrar a fruterías low cost regentadas por inmigrantes con productos maduros o feos pero más baratos y cuyos horarios (12 horas abiertas) entran en conflicto con el pequeño comercio. Esperemos que al menos nuestros mayores no tengan que hacerse una analítica por falta de vitaminas.