La celebración hoy del Primero de Mayo está fuertemente condicionada en nuestro entorno por un complicado escenario, caracterizado de manera especial, sobre todo en los últimos meses, por un constante y generalizado aumento de precios, particularmente de los alimentos y productos básicos. Al mismo tiempo, los salarios de los trabajadores y trabajadoras no han crecido, en general, en una proporción equivalente ni hay expectativas de que lo vayan a hacer a corto o medio plazo. Todo ello está llevando a un progresivo deterioro en el poder adquisitivo de los hogares, abocados en muchas ocasiones a situaciones complicadas. En el tejido industrial navarro, por último, la inquietud se proyecta en estos momentos de incertidumbre entre los trabajadores de la planta de Volkswagen y de las empresas proveedoras, que han pedido a la compañía que garantice el trabajo y el empleo más allá de 2026. En este contexto general, las relaciones laborales en algunas empresas están sufriendo una gran tensión. Los sindicatos están planteando estrategias de confrontación, en muchos casos utilizando el lógico malestar de los trabajadores ante la pérdida de peso de sus sueldos en comparación a la escalada de precios que deben afrontar en sus economías domésticas. El conocimiento público de los resultados de las grandes entidades financieras y empresas energéticas, que declaran beneficios millonarios en medio de esta situación de crisis, contribuye también a generar un ambiente hostil, utilizado a menudo por los sindicatos para hacer llamamientos genéricos al conflicto y a la huelga. La adecuación de las relaciones entre empresas y trabajadores a las nuevas pautas de la economía requiere de manera urgente de la restauración de un ambiente de confianza en el beneficio común mediante la garantía de seguridad para los empleados y de flexibilidad que la actividad económica exige para las compañías. De ahí que sea cada vez más necesario generar vías de encuentro entre las partes mediante propuestas abiertas basadas en los datos objetivos, con acceso al conocimiento real de la situación de las empresas y el compromiso de todos con su sostenibilidad. En el contexto actual no son aceptables ni la ampliación de márgenes y dividendos a costa del poder adquisitivo de los trabajadores ni la puesta en riesgo de la viabilidad de las empresas por una estrategia de conflicto sistemático.