Toca cambiar un poco el escenario de estas letras. Tiempo para la campaña electoral que ya es desde hoy oficial habrá de sobra los días que vienen hasta el 28-M. De hecho, quizá no tanto en Navarra, pero la política en el Estado español pervive malamente en un estado de campaña electoral permanente y así le va a su nivel de credibilidad y de atención ciudadanas. Pero la resistencia del pueblo saharaui siempre se merece un hueco en esta columna. No es el único caso en este mundo en el que la fuerza de los intereses políticos o económicos siempre se han impuesto a los derechos de personas y de pueblos. Seguramente, me repito, pero creo que eso importa menos en esta columna. El Frente Polisario cumple 50 años de historia y de lucha contra la colonización franquista primero y por la independencia tras la ocupación ilegal de Marruecos del territorio de la República Árabe Saharaui Democrática después. Una ocupación denunciada una y otra vez –hasta ahora inútilmente–, por la ONU y el Derecho Internacional, con el expolio económico y de los recursos naturales como principales objetivos de Marruecos. La causa del pueblo saharaui es una causa justa. La injusticia procede de la ocupación militar y colonización ilegales de las tierras del Sahara Occidental por parte de Marruecos. La dictadura alauita –con un Mohamed VI deambulando por el mundo mientras condena a su propio pueblo a la pobreza y a la obligación de emigrar en busca de un mundo mejor alejado del autoritarismo, la corrupción y la miseria–, sigue haciendo de las violaciones masivas de los derechos humanos, especialmente las mujeres y los jóvenes, los juicios sin garantías y la tortura sistemática la marca de su ocupación en el Sáhara. También es injusto el juego miserable de EEUU, España y Francia en el escenario del Magreb sometiendo sin vergüenza alguna los derechos democráticos y políticos de miles de saharauis a la imposición de sus intereses económicos y geopolíticos y aceptando un uso mercantil de seres humanos como negocio para el chantaje político y económico a Madrid en las fronteras de Ceuta y Melilla. De hecho, España se ha llevado un nuevo varapalo del Consejo de Europa por su inhumana política de inmigración pactada con Marruecos. 50 años de resistencia saharaui y más de dos años de la vuelta del Frente a la Polisario a una guerra que permanece silenciada y ocultada. Un tiempo histórico que coincide con los casos desvelados por informaciones periodísticas e investigaciones judiciales sobre las tramas de corrupción y compra de voluntades políticas en varios países europeos –ya hay europarlamentarios imputados y las revelaciones continúan alargando la lista de implicados–, por parte de las estructuras oscuras del régimen alauita. En este sentido, el abandono de su responsabilidad histórica en la descolonización del Sahara Occidental y la traición de Sánchez y de Albares, un ministro de Exteriores que representa al Estado español de forma humillante con el espinazo doblado ante Mohamed VI, que pese a ello mantiene impasible su estrategia de humillación constante al Gobierno español, es una fechoría ética y estética y una mala decisión política que arrastra la imagen del Estado a las puertas de unas elecciones. Miserable e indigno todo. 50 años de resistir y de no olvidar.