Al entretenido club de modos de estafarnos digitalmente se ha unido otro miembro. Diseñar maneras de tangarnos va a convertirse en grado universitario. Estoy en 1º de Phising. Yo terminando Spoofing y mirando ya algún master de Ransomware. ¿A que los delitos tienen nombre de asignaturas de Marketing digital? O de fases de Cómo crear una start up. Bueno, en realidad los ciberdelincuentes ya tienen montada la empresa, las estafas son negocios en sí mismos. Anteayer advertía la Policía Nacional sobre una variante nueva del spoofing. Alguien nos llama por teléfono haciéndose pasar por nuestro banco o caja, por la compañía energética con la que tenemos contratada la electricidad o el gas, o por una institución pública. Pero no podemos detectar que nos está engañando porque ese alguien nos dice que llama de Iberdrola, por ejemplo, y el número de teléfono que nos aparece en pantalla es realmente el de Iberdrola. Entonces nos solicita nuestra clave bancaria y asegura que, por seguridad, es preferible no decírsela sino teclearla. Y en cuanto lo hacemos, la registran, se la quedan y listo. Ya pueden entrar en nuestra cuenta y vaciarla. Suplantación de identidad y suplantación del número de teléfono. Estafa nivel dios. ¿Qué podemos hacer contra esto? No revelar las cuatro cifras de nuestra clave secreta jamás nunca a nadie de ningún modo. Ni voz, ni teclado durante llamada, ni whatsapp, ni sms, ni mail. Da igual que ese alguien que nos llama nos hable con convicción y credibilidad, con amabilidad y cariño, imite la voz de nuestra madre o de nuestra pareja. No. Y poco más. Denunciarlo si finalmente hemos caído. Para virar hacia un final más esperanzador diré que en otro tipo de fraude digital, el más común, el phishing, a todos los estafados que conozco –incluida yo–, los seguros de VISA y PayPal nos devolvieron el dinero. Bienvenidos al club. De aquí también se sale.