La guerra en Ucrania y la crisis energética de grandes proporciones que desencadenó multiplicó las teorías de todos los gurús de la geopolítica y de los líderes mundiales sobre cómo actuar para contener los precios y no gravar más los maltrechos bolsillos de la ciudadanía que salía a duras penas de la pandemia. Mas allá de las medidas cortoplacistas implementadas como reacción a la crisis desencadenada por el déspota del Kremlin la vista se giró a buscar otros suministradores de hidrocarburos en el mercado para aliviar el duro invierno europeo. Los planes a largo plazo para solucionar el problema seguían en los cajones de los despachos sin mirar a la realidad de la apuesta decidida, sin complejos, y con dotación presupuestaria por las energías renovables, sin duda alguna el futuro energético más limpio. Una apuesta ganadora, como demuestra el hito de que el martes el sistema eléctrico peninsular fue capaz de generar durante nueve horas más energía verde (solar, eólica e hidráulica) que la consumida en ese mismo periodo. Este dato coyuntural debe convertirse en estructural ya que el progresivo apagón nuclear se está supliendo con energía verde. Sólo se necesita el empujón definitivo y que los políticos que deciden apuesten por el futuro más que por sus sillones.