La decisión adoptada por Twitter, dada a conocer por Bruselas, de abandonar el código voluntario auspiciado por la Unión Europea para hacer frente a la desinformación no supone una sorpresa dado el modo de actuación de esta red social desde que fue adquirida por Elon Musk y supone un paso más en la caótica estrategia de la plataforma y su nulo interés por atajar y eliminar las malas prácticas.

La UE está legítima y razonablemente empeñada en hacer que las grandes plataformas digitales como Twitter, Facebook, Google y TikTok, que acumulan centenares de millones de usuarios, adopten medidas para eliminar en lo posible los contenidos ilegales, las denominadas fake news o la difusión de mensajes de odio, entre otras muchas cuestiones que preocupan seriamente a las autoridades y a la ciudadanía.

Hay que tener en cuenta que gobiernos, empresas y organizaciones de todo tipo están utilizando sofisticadas técnicas para la difusión de noticias falsas con fines comerciales, ideológicos y políticos, de modo que pueden manipular a la opinión pública y pervertir el propio sistema democrático. El caso de Rusia y de China es un claro ejemplo de ello, incluida la intervención de sus gobiernos en procesos electorales ajenos por medio de las redes digitales y el uso de bots. De ahí la importancia de que las grandes plataformas se comprometan con medidas reales en la lucha contra la desinformación.

La actitud de Twitter es, en este sentido, nefasta. Su negativa a aplicar el código voluntario en Europa es una manera de favorecer la manipulación informativa. El objetivo de Elon Musk de seguir haciendo caja sin atajar estas cuestiones y sin exigencia ética alguna retrata su concepto más salvaje de la explotación del negocio de la comunicación obviando su fiabilidad. En todo caso, el comisario europeo de Modelo Interior, Thierry Breton, advirtió a Twitter de que la lucha contra la desinformación será una obligación legal desde el próximo 25 de agosto con la Ley de Servicios Digitales que todas las plataformas deberán cumplir. Una norma estricta que impone medidas de actuación, entre las que se incluye la rápida eliminación de contenidos ilegales y la identificación de la información falsa de modo que sea evidente para los usuarios.

La deriva de Twitter no puede impedir que cumpla con sus obligaciones.