No me parece bien que lance Osasuna el Chupinazo. No solo porque lo haya decidido de manera individual una sola persona que ya no estará el 6 de julio en el Ayuntamiento, ni por las maneras, ni por nada de eso, que solo suma. Me parecería mal en cualquier caso. Osasuna ya tiene sus escenarios donde ser halagado y endiosado y gracias a su fantástica temporada de la que todos nos alegramos ya ha recibido suficiente gloria, amor y éxtasis. Creo que con eso tendría que ser más que suficiente. Osasuna es el club más importante de Navarra y ya lanzó el Chupinazo en el 2000, en una treta de Barcina para que no lo lanzara el concejal de la izquierda abertzale que le correspondía, puesto que por aquel entonces había turnos de lanzamiento. Pienso que, pasado el tiempo, con una vez ya es más que suficiente, habiendo como hay cientos de personas y entes que tanto hacen por la fiesta, la ciudad y la comunidad. Lanzar el Chupinazo es un premio.

Osasuna ya ha sido premiadísimo este año, otorgarle ese honor es, como se suele decir, lanzar al mar agua. Ya no es solo cuestión de ir a lo fácil, es que es cuestión de que en esta vida tan puñetera a veces hay grupos de personas o personas que trabajan toda una vida desinteresadamente o casi por algo y que lo suyo sería recibir propuestas para premiar a esas personas, conocidas o anónimas, y no a una entidad que por mucho que la queramos –y la queremos– ya ha recibido su dosis más que elevada de satisfacción. Es como eso que escribió Canetti de No se puede respirar, todo está lleno de victoria. Pues lo mismo pasa con las gestas deportivas cuando ocurren, que sus protagonistas acaban apareciendo hasta en la sopa y ocupando espacios que ya no digo que no merezcan pero que sí les sobran, tras tanto halago y tanta admiración. No sé, pienso que debería ser un honor reservado a quien no suele encontrar muchos precisamente. O por ahí.