Un tipo realmente adecuado y educado entra por la puerta y me apela:

- ¿Ha cambiado algo en las normas de bicis en esta ciudad?

Y me cuenta que ha tenido un encontronazo con otro ciclista que circulaba en dirección prohibida por un carril bici, acabando él en el suelo y encima increpado.

- Nada y todo –le contesto.

Y nos ponemos a discutir sobre el estado de las cosas de la bicicleta, de la ciudad, de la movilidad sostenible, del empoderamiento insensato de mucha gente, de la violencia que se respira cada vez de una manera más sofocante en nuestras calles, en nuestras relaciones sociales. Hablamos de la impaciencia, de la insolencia, de la ansiedad, de la prepotencia y de cómo han ido calando y alcanzando cotas difícilmente soportables en algunos momentos, en demasiados momentos.

Llevamos unos años, desde algo antes de la pandemia esa, en los que nos hemos ido volviendo más y más insolidarios, menos y menos empáticos, y la pandemia y la postpandemia solo han servido para agudizar y acelerar este proceso. La gente cada vez aguanta menos, cada vez espera menos, cada vez es menos gentil y menos, cómo decirlo, cívica. Será que nos estamos haciendo mayores, y no hablo de edad sino de intransigencia, de malos modales, de chulería gratuita o de exigencias desproporcionadas.

En lo de la movilidad sostenible, esa que corre marginalmente por las calzadas, por esos vericuetos retorcidos y estrechos llamados carriles bici y por aceras y zonas peatonales con un descaro y una falta de respeto más o menos generalizada, reproduciendo las peores actitudes automovilistas en esos lugares, la cosa está igual de mal o peor. Hablo de bicicletas, patinetes, bicicletas eléctricas (me parece conveniente diferenciarlas de las que no lo son) y buses y taxis, que también pelean por esos espacios y esas oportunidades que les han otorgado, muchas veces con una prepotencia y una chulería cargadas de violencia.

La merienda de negros está servida y hemos ido a comérnosla a zarpazos, intentando coger el cacho más grande, sin mirar a nadie y sin pensar que había que repartirsela de la manera más equitativa y más conveniente para conseguir un sistema de movilidad más justo, más limpio, más amable, más sano y más respetuoso. Nada de eso. Yo primero y sin mirar a los lados. Que os den.

No nos damos cuenta de que este escenario solo llama a una, por mucha gente ansiada, intervención contra los medios más frágiles, aduciendo su peligrosidad, su anarquía y los daños que eso provoca al resto de la ciudadanía. Ya van filtrando los medios de comunicación noticias sobre el incremento de su siniestralidad sin ponerlas en contexto. Luego nos echaremos las manos a la cabeza cuando alguien, desde un cargo político, sugiera que a esta gente hay que pedirles responsabilidades y se mencionen los seguros, las matrículas, los carnets o cualquier otra ocurrencia.

Era solo por comentarlo.