Llevamos meses oyendo el crecimiento de las listas de espera en la atención especializada. Hay muchos motivos, y uno de ellos es consecuencia directa de la falta de presupuesto y compromiso para fortalecer la Atención primaria.

Hemos constatado las debilidades de Atención primaria. Con una atención primaria resolutiva se evitarían unos circuitos diagnósticos y terapéuticos innecesarios e ineficientes que generan un aumento incontrolado de las listas de espera y un colapso inasumible de los centros de salud.

La problemática sigue siendo multifactorial, complicada e íntimamente ligada a un presupuesto adecuado que para el año que viene no alcanza para unos mínimos y desde luego no va a suponer más que “más de lo mismo”.

Debemos entender que la falta de compromiso presupuestario supone utilizar más y peor los servicios de urgencia, un mayor número de ingresos por falta de un correcto seguimiento y aumento de la mortalidad, sobre todo en aquellas clases sociales más desfavorecidas.

Una buena Atención primaria supone un modelo de cuidados integral, tanto sanitaria como social. Supone cuidar a las personas, conocer al paciente y su biografía a lo largo de los años. Supone entender el origen de esa enfermedad y ver cómo puede estar influida por nuestro contexto sociocultural y económico.

Nuestra gerencia define la Atención Primaria como el pilar básico de salud, pero las acciones realizadas son palabras que se lleva el viento y se sigue apostando por un modelo hospital centrista, generándose un cuello de botella. De hecho, el Plan de Atención Primaria sigue en el papel, desde marzo de 2020, sin materializarse en la práctica.

No se completan los profesionales de medicina con la totalidad de las plazas ni se cubren las ausencias, igual ocurre con enfermería, prácticamente en ninguno de los estamentos. La demanda asistencial ha aumentado de tal forma que ni en el mejor de los casos, con todos los profesionales en activo, se llega a cubrir de forma adecuada. Cada vez se introducen más cargas de trabajo en los centros de salud sin mejorar las condiciones laborales.

Todos los profesionales están saturados, en el ámbito hospitalario y en atención primaria. Se están generando desigualdades e inequidades que redundan en el mal funcionamiento de la sanidad pública.

Las listas de espera no son exclusivas del ámbito hospitalario, también llegan a los centros de salud.

La falta de un modelo de atención primaria válido, con un presupuesto exiguo, provoca un aumento endémico de listas de espera que genera de forma indirecta un aumento de los seguros privados (para el que se los puede pagar), un aumento de las productividades, así como una percepción devaluada de Osasunbidea.

Tanto los profesionales como los usuarios pagamos los platos rotos de esta mala gestión, uno de los ejemplos más flagrante es el del personal administrativo que, estando en primera fila, es quien valora a cada persona que llega al mostrador, a cada persona que llama por teléfono, dirigiendo la demanda y evitando el colapso del triaje de enfermería; soportando, incluso, agresiones verbales por parte de algunos usuarios todos los días desde primera hora de la mañana, que, descontentos con la atención, ven cómo una cita médica presencial puede tardar hasta tres semanas y una telefónica hasta dos.

Llevamos ya demasiado tiempo pidiendo soluciones para atención primaria y un desarrollo eficiente para sus profesionales.

Los compromisos para adecuar el papel del personal de admisión, dotándolo de un perfil administrativo-sanitario, no sólo no se han cumplido, sino que seguimos esperando la formación adecuada prometida y el reconocimiento anunciado. Exhortamos a la gerencia a dejar de lado las medidas cortoplacistas y oníricas y a instaurar acciones urgentes pasa asegurar una atención primaria integral, proactiva y eficiente.

La autora es delegada de LAB en Osasunbidea y administrativa del centro de salud de San Jorge