No cabe duda de que el anterior líder de la selección es una persona estoica o, al menos, un adepto a esta doctrina de ideas distinguidas en los primeros signos de la civilización occidental que él ha asimilado mediante la lectura asidua de testimonios escritos, a los que acudiría por propio impulso o consejo de alguien, erudito en la materia, cuando sufrió el dolor de la enfermedad y muerte de su hija Xana. Él ha confesado tal afición lectora, y todo parece confirmar que la imperturbabilidad de ánimo o ideal ético del estoicismo le ha servido de ayuda para no dejarse abatir por el acoso de la prensa deportiva

Lo cual explica, en parte, su novedosa decisión de expresarse como streamer en sus emisiones tecnológicas, so pretexto de proteger a sus jugadores, por lo que ha mejorado su imagen de interlocutor, pues se desenvuelve con más sosiego que en las entrevistas periodísticas, donde cae fácilmente en la indignación. 

Algo digno de señalar es su amistad con Juan Carlos Unzué, sustentada por la mutua admiración que se tienen y por sus lúgubres experiencias sufridas, a quien define como “un estoico de toda medida, que no se queja nunca de nada y jamás critica a nadie”. 

Ahora bien, en la derrota ante Marruecos, pareció perder su firmeza interior, cuando un periodista le recordó que la selección estuvo, durante 3 minutos, fuera del Mundial, y él respondió que, de haberlo sabido, le podría haber dado un infarto: reacción más propia de un estoico neófito que de un presente seguidor de Zenón. En ese caso, una respuesta no exagerada hubiera estado más conforme con su actitud de disgusto. 

Por esa razón, y por su perfil personalista de sentarse en el embalaje de botellines para dirigir los partidos, o de subirse a una plataforma-andamio, con el fin de presenciar los entrenamientos, se ha ganado la imagen de poseer afición a las rarezas.