Empezando por la plaza del Castillo, triste y desangelada, con un arbolado enfermo y raquítico, un pavimento desastroso que necesita continuas reparaciones y aderezado por esas incómodas bandas de adoquines. Continuando con la avenida de Carlos III, con una barandilla horrorosa en su comienzo, en la rampa del aparcamiento, con un arbolado que solo puede llamarse así en el tramo entre la plaza y Cortes de Navarra, ya que en el resto es como de pega... Algo mejor estaba esa avenida con sus antiguas aceras y un arbolado de verdad, que ahora convertida en una carrera de obstáculos que el peatón ha de sortear, casetas antiestéticas de acceso a los aparcamientos, maceteros gigantes, bicicletas, patinetes, coches... Y las calles de Amaya y Caballero tragándose todo el tráfico que en lógica debería haber seguido discurriendo por Carlos III.

Y Salesianos, disparate entre los disparates, con los edificios más feos que pueda uno imaginarse. Se han lucido sus arquitectos. Eso sí, hay media docena de árboles nuevos plantados para disimular.

Pero no se preocupen, que nuestros políticos siguen tramando más desastres. Antes, claro, encargan unos proyectos que cuestan abundante dinero público y que la mayoría de las veces son el origen de ellos. Como si el Ayuntamiento no tuviera personal capacitado y seguramente con ideas más normales para mejorar las cosas en lugar de empeorarlas. No hay más que recordar las absurdas opciones del concurso sobre los Caídos.

Así, si el sentido común no se impone, se acabará con el encanto de la plaza de la Cruz, que está perfecta tal cual, sin necesidad de que los intereses privados de unos cuantos se impongan al bien común. No hay que hacer aparcamientos si ello supone la eliminación de árboles, por pocos que sean.

Se pretende también meter un edificio nada menos que en el angosto espacio de la plaza Río Ega o del Buho, que recientemente ha sido remodelada, con un magnífico arbolado, jardines y el frontón, que desaparecerían. ¿Es que sus vecinos no tienen nada que decir? La amabilización que se ha hecho en el otro lado del barrio ha convertido en un espacio triste y lleno de obstáculos lo que hubiera bastado con una ampliación de aceras y plantado de árboles, sin eliminar del todo el tráfico. ¿Y por qué los vecinos del número 2 de Río Urrobi tienen que soportar delante de su portal toda esa batería de contenedores? Y menos mal que consiguieron evitar el derribo de viviendas.

Una idea: reabran los alcorques que faltan en los tramos de acera de la avenida de Zaragoza en los que no se pusieron por haber garajes o similares. Les aseguro que caben unos cuantos árboles.

Y qué decir del paseo de Sarasate. Empeñados en aplanarlo y sustituir su estupendo embaldosado por las dichosas losas de piedra. Tirar el dinero una vez más, cuando bastaría con igualar acera y calzada en el lado norte y si acaso sustituir o quitar las piezas metálicas de la última reforma.

Termino con la calle del Bosquecillo, ahora una explanada fría y sin encanto, tras el error de haber suprimido las antiguas jardineras de ladrillo que daban un aspecto más íntimo y recogido. Y no estoy de acuerdo en compartir espacio con bicis y patinetes, es peligroso.

Sugiero a los responsables municipales que dediquen sus esfuerzos y nuestros dineros a renovar los lamentables pavimentos de las avenidas de San Jorge, de Villava, de Navarra, y tantos otros.