Quiero contar lo vivido por mi familia y, de paso, que este testimonio sirva para que a nadie más le pase lo mismo. El 15 de febrero ingresaron a mi marido en el Hospital Virgen del Camino por neumonía. Una neumonía de lo más rebelde, varios cambios de antibiótico, hasta conseguir que la fiebre fuera remitiendo. De la profesionalidad y del trato recibido del personal del HVC, nada que objetar, al contrario. Después de 15 días de estar ingresado, nos comunican que lo van a trasladar al Hospital San Juan de Dios para su rehabilitación, ya que la fiebre había remitido e iba mejorando. Dado que había perdido mucha movilidad, lo trasladan en ambulancia el día 2 de marzo sobre las 16.15 horas. En el HSJD nos dejan en una habitación comunitaria, separadas las camas por cortinas blancas, en la que hacía un frío horrible. Yo, con el abrigo puesto y helada; mi marido en la camilla con el típico camisón azul; estuvimos unas 5 horas en esas condiciones, esperando a que el médico pasara. Sobre las 21.00 horas nos instalaron en la habitación. El día 3 de marzo comenzó a sentirse mal, sudores y muy mal color; el día 4 es necesario ponerle oxígeno y ya tenía 38º de fiebre. El día 5, a las 03.30 de la mañana nos llaman diciéndonos que estaba muy justito, a las 05.30 horas falleció. Nos trasladaron al HSJD para terminar de recuperarse y fue todo lo contrario. El estar 5 horas en la nevera que lo tuvieron fue la puntilla para una persona que había pasado una neumonía tan complicada. ¿No deberían haberlo llevado a una habitación y que fuera el médico el que pasara a visitarlo? Hicieron lo contrario. Mi marido ha muerto con 67 años y no debería haber sido así. A la tristeza que tengo por su pérdida, que es mucha, se añade la indignación que siento por el trato recibido.