Redacto estas líneas sumido todavía en la indignación y la rabia que me ha producido la situación de caos sufrida por la afición del Osasuna en los accesos al Estadio de La Cartuja, donde se iba a disputar la final de la Copa del Rey. El grupo heterogéneo de seguidores osasunistas (mujeres, hombres, abuelos, criaturas, …) fue encimado sin motivo alguno por agentes a caballo a la entrada del recinto, en un ejercicio de intimidación sobrero, ya que el acceso se hubiera resuelto, simplemente, con más personal de la organización. El que da testimonio de estos hechos, futbolero de corta tradición, pero convertido a la causa por la afición de los hijos, de 9 y 15 años, tuvo que mediar, junto a su esposa, para calmar el llanto del pequeño, aterrorizado por el acoso de los jinetes policiales.

50

La final de Copa entre Osasuna y Real Madrid, en 50 fotos DIARIO DE NOTICIAS

Se supone que un funcionario policial, aséptico a cualquier prejuicio en su condición de servidor público, ha de hacer sentir al ciudadano protegido, no todo lo contrario: atemorizado y humillado, máxime cuando el comportamiento del grupo osasunista no requería semejante despliegue intimidatorio.