La cosa es que me da a mí que llamar racismo a lo de Vinicius es quedarse en la superficie del problema. A Vinicius se le insulta con aquello que se sabe que le duele, de hecho para eso se inventaron los insultos. Y en el fútbol se insulta. Este sería para mí el centro problema. Insultan las aficiones, lo hacen los jugadores, lo hacen los comentaristas, o sea, que el insulto se ha instaurado en el fútbol desdeee..., desde siempre diría yo, acordándome de Juanito, Michel o Guruzeta. Así que, a este jugador se le hace lo mismo que a muchos jugadores, entrenadores y árbitros, se le insulta. Y se insulta con aquello que se cree que se va a ofender, los más usados no tienen que ver con el racismo sino con el machismo y la homofobia: “hijoputa, maricón, tuputamadre, nenaza...”.

Montarse la que se ha montado a nivel mediático y político porque a un millonario en un entorno hiperprotegido le han insultado es desmesurado comparado con otras reacciones ante actuaciones racistas. Anda que no hay situaciones a diario en nuestras ciudades en las que el racismo está presente y que son mucho más graves que lo que le toca escuchar a Vinicius. Pero la gran mayoría de quienes han puesto el grito en el cielo con este asunto calla con la realidad del inmigrante que busca piso y se lo niegan o que le piden documentación y le registran por estar paseando. Si le pasa a un rico importa, pero si le pasa a una persona común ya es otro asunto. Señores y señoras periodistas y políticos, esto es aporofobia.

En el fútbol campan a sus anchas el racismo, el machismo, la homofobia, la violencia y el engaño. Esto habría que cambiarlo. Y el cambio debería iniciarse desde las grandes estrellas, deberían actuar con respeto, sin insultos, sin agresiones y sin mentiras, deberían jugar al fútbol. Luego sería más fácil convencer a las aficiones y periodistas.