Navarra ha cerrado esta semana un curso político especialmente complicado, marcado fundamentalmente por la reactivación de la pandemia y sus consecuencias sanitarias, sociales y económicas –ámbitos todos ellos en los que aún mantiene un fuerte impacto, como se desprende de los últimos datos– y por la guerra en Ucrania, que está provocando también una situación de crisis con varios frentes.

En este escenario convulso y con repercusiones a nivel mundial, la acción política e institucional se resiente, en especial porque no alcanza, en un ámbito territorial restringido como el navarro, a incidir lo suficiente en unos problemas de efectos globales. Cumplidos ya tres años de Legislatura y a un año de los comicios forales y municipales de 2019, la política en Navarra se desarrolla pese a todas las dificultades añadidas en un marco casi inédito de diálogo y acuerdos entre diferentes que alcanza habitualmente 30 de los 50 escaños de la Cámara foral, una amplía y plural mayoría social y política de la sociedad navarra.

Frente al clima de confrontación y bronca permanente que caracteriza la política española, donde los pactos incluso en materias de Estado son aún hoy impensables, Navarra avanza por la senda del pacto, pese a las fricciones y desencuentros que han protagonizado los socios del actual Gobierno en los últimos meses y a la oposición de confrontación y polarización en la sigue anclada la coalición Navarra Suma. La imagen que trasladó el Parlamento de Navarra en su sesión de la pasada semana, con un golpe legislativo del Gobierno de Chivite para impulsar la aprobación de cinco leyes forales de interés general para los navarros y navarras consolida esta dinámica de voluntad de alcanzar consensos por parte de los grupos.

Es de agradecer este empeño en explorar el diálogo y de arrimar el hombro, aunque no sea una actitud proporcional en todas las formaciones (Navarra Suma sigue aislado en la política del no por el no a casi toda iniciativa legislativa) y en ocasiones se vislumbre de manera clara un interés meramente partidista con vista a las urnas de dentro de un año en el intercambio de polémicas. Con todo, la disposición al acuerdo entre un Gobierno (PSN, Geroa Bai y Podemos) y la oposición de izquierda de EH Bildu e I-E ha hecho posible pactos muy plurales y consolidado una vía fructífera que dignifica la política y sobre la que se debe insistir.