La guerra en Ucrania fruto de la invasión rusa –un inaceptable e ilegal agresión que viola el derecho internacional– cumple hoy seis meses en un preocupante escenario de estancamiento que augura un alargamiento del conflicto y de los combates. Lo que significa que la muerte, la destrucción, los desplazamientos forzados de decenas de miles de personas, el dolor y el odio se mantendrán sine die. Todo indica que Vladímir Putin, tras fracasar en su primer intento de articular una guerra rápida ante la que suponía una abrumadora superioridad militar, se ha visto obligado a cambiar de táctica y está planteando una cruel guerra de desgaste cuyo objetivo es no solo debilitar a las fuerzas ucranianas sino quebrar la moral y la fortaleza de la ciudadanía. En este medio año de confrontación, las víctimas se cuentan por decenas de miles, sobre todo de soldados, aunque no hay cifras oficiales fiables. La ONU ha certificado hasta ahora la muerte de 5.587 civiles, entre ellos 362 niños, y contabiliza 7.890 personas heridas, aunque podrían ser muchos más. Además, el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) cifra en al menos seis millones el número de refugiados que han huido de Ucrania. La guerra se prevé muy larga y la comunidad internacional está preparándose para asumirlo. La relativa pero relevante novedad en el conflicto la ha constituido el reciente asesinato mediante atentado con coche bomba en Moscú de Daria Dugina, hija del líder ultranacionalista Alexander Dugin, considerado un ideólogo muy cercano al presidente Putin. El intento de algunos sectores ucranianos –sean o no oficiales– de responder a la agresión rusa golpeando en su propio territorio mediante ataques terroristas era una hipótesis verosímil. El atentado y la relevancia del objetivo, sin embargo, añaden mayor tensión y alejan aún más las posibilidades de negociaciones. En este escenario, Ucrania celebra hoy su día nacional en conmemoración de la proclamación de su independencia, una ocasión que se teme pueda aprovechar Rusia para protagonizar un cruento golpe de efecto. Putin utiliza cualquier elemento como arma de guerra, como se ha visto con el suministro de gas o con la central nuclear de Zaporiyia. Aunque la UE y la OTAN mantienen su apoyo a Ucrania, el alargamiento de la guerra solo beneficia a los intereses geoestratégicos, económicos e imperialistas de Putin.