Cerca de 87 millones de ciudadanos y ciudadanas de la Unión Europea tienen algún tipo de discapacidad. Más de la mitad de estas personas refieren sufrir o haber sufrido discriminación en diversos ámbitos de su vida, como el empleo, la educación, el acceso a bienes y servicios y en entornos digitales. Esta realidad, que se percibe a diario en múltiples entornos, muestra la sangrante desigualdad y discriminación que sufren las personas con discapacidad y, en consecuencia, la necesidad de combatir esta situación y revertirla hacia la garantía de derechos. Baste constatar que la Constitución española, de la que este próximo martes se conmemorará su 44º aniversario, mantiene aún una redacción lamentablemente ofensiva, discriminatoria y muy corta de miras hacia lo que denomina “disminuidos físicos, sensoriales y psíquicos” para comprobar que queda aún mucho camino para alcanzar una concepción inclusiva y de reconocimiento y garantías de ejercicio de los derechos de todas las personas en las mismas condiciones de libertad, igualdad real y efectiva sin discriminación alguna. En este contexto, se celebró el sábado el Día Internacional de la Discapacidad, jornada en la que los integrantes de estos colectivos reclamaron tener “los mismos problemas que todo el mundo”, al igual que reclaman también los mismos derechos. Se trata, en definitiva, de normalizar la diversidad y la fuerza, capacidades y competencias plenas de todas las personas, incluidas las que tienen alguna discapacidad, y de implementar políticas de soporte, que no de “integración” puesto que son personas plenamente integradas en la sociedad. Es por ello preciso reforzar los mecanismos para que esa normalización no tenga en ningún caso una caracterización de tipo caritativo sino que debe ser capacitadora para el disfrute de una vida independiente, y garantista en derechos, libertades y obligaciones. Poner a todas las personas al frente de su vida supone que existan mecanismos para tomar esas riendas mediante la formación, la adaptación a sus condiciones en la socialización, el ocio y el acceso a la cultura, y de la identificación y potenciación de la formación en los ámbitos laborales que aportan no solo sostenibilidad económica sino todo un entorno nuevo para desarrollar capacidades de las que se enriquece y beneficia el conjunto de la sociedad.