“Son los de los ERE” - Ni en sus sueños más húmedos la derecha mediática podía esperar un fin de campaña con un reguero de dirigentes socialistas locales detenidos por fraude. El editorialista de La Razón se ponía las botas: “En el grupo responsable del mayor caso de corrupción de la democracia, como es el de los ERE, por el que aún ninguno de sus dirigentes ha pedido perdón, llueve sobre mojado. El caso es que la recta final de la campaña se ha convertido en una tremolina en torno a los procederes turbios vinculados a la izquierda”.

Ojo con el recuento - Lo de arriba es apenas un aperitivo. En Libertad Digital ya se apunta directamente a pucherazo en el recuento del domingo: “Harán bien PP, Vox y Ciudadanos en extremar la vigilancia el próximo domingo en todas las mesas electorales. Y es que quien no tiene escrúpulos como para comprar los votos tampoco los tiene para falsear su recuento”.

Golpe de estado - Y cómo no, no podía faltar el socorrido comodín del golpe de estado. Así lo pone negro sobre blanco Ramón Pérez-Maura en El Debate: “En el último día de la campaña electoral de estas elecciones municipales y parcialmente autonómicas, la gravedad de la amenaza a nuestra democracia es mayor que en el golpe de Estado de 1981. En los últimos días hemos visto cómo surgen por doquier indicios de manipulación del voto por correo, la mayor parte realizados desde el partido del Gobierno o de un partido que gobierna con el PSOE en Melilla”.

Una Marcha Verde - Por desbarrar que no quede, la siempre hiperventilada opinatera de The Objective Guadalupe Sánchez se huele que el caso de la compra de votos en Melilla es la antesala de un intento de Marruecos de hacerse con la ciudad como se hizo en su día con el Sahara Occidental: “Es tal la entidad del fraude electoral que se estaba ejecutando en Melilla, que me lleva a plantear, como hipótesis en absoluto descartable, que no sólo se pretendía garantizar el gobierno de un determinado partido político en la ciudad autónoma, sino que podríamos estar ante un movimiento de enorme trascendencia, manejado desde Rabat, con la finalidad declarada de poner en cuestión la españolidad de Melilla. Una suerte de tumultuaria -pero pacífica- Marcha Verde cocinada desde dentro”.