No la recordaba tan naranja. Y que íntima emoción el tacto con esos flecos arrastrados por la mugre sanferminera. La faja, fetiche de pura felicidad. Aunque la probatura de la ropa blanca y roja ya es otro cantar. Pero cómo hemos cambiado en estos tres años y no solo por dentro. Total, que ya estamos en modo San Fermín, con sus atuendos y complementos copando escaparates, los toros en el Gas, la hostelería en acopio frenético y la peña cerrando el calendario festivo de vermús, zampas y eventos dentro y fuera del programa oficial. Adoquines y losetas arden a nueve días del arranque de otras tantas jornadas de gozo individual y éxtasis colectivo. Combustión que alcanzará su cénit los días 6 y 7 para mantenerse en todo lo alto de viernes 8 a domingo 10 con los visitantes necesitados también de liberar tensiones en medio del jolgorio total en la calle. Empiezan a sobrar –y mucho– los agoreros que aguardarán al lunes 11 para relajarse, pues antes temen catástrofes varias. Pero qué miedo, por favor. Un poco de confianza. En los servidores públicos que conforman los distintos dispositivos y en la propia ciudadanía autóctona, en la que reside la custodia verdadera de la fiesta en términos de sano disfrute de impronta popular. Fuera cenizos. Venga pa Cambrils.