Hay algo extraño en todo esto. O al menos me lo parece a mi. Todo está cambiando a velocidad de vértigo. Una cuesta abajo sin frenos con un destino final que buena pinta no tiene. Quizá por eso me resulta extraño, casi incomprensible. Hay causas y consecuencias, claro, pero aún así los hechos que están cambiando el mundo y la sociedad como lo conocemos se suceden casi cada día. Una década de este siglo XXI en que casi nada es como era hace 10 años. El lenguaje y los valores han sido arrastrados también en esa inmensa y constante tormenta transformadora. Las palabras ahora sirven para significar lo contrario de lo que en realidad significan. Y no a mejor. No es sólo la invasión de Ucrania, que también, es que todo lo que sostenía un sistema de convivencia asentado en la democracia y los derechos humanos se está anulando ante nuestras mismas narices. Acabamos de ver cómo Marruecos asesinaba o dejaba agonizar hasta la muerte a 37 personas inmigrantes –otras 47 fallecieron asfixiados abandonadas en un camión en la frontera de EEUU con México un día después–, solo por intentar superar las vallas de la frontera con Melilla. Esa masacre fue para el presidente Sánchez “una operación bien resuelta”. Podía haber dicho mil cosas, pero dijo la que nunca debió decir, ni siquiera pensar. Esa inmoralidad de frase le perseguirá siempre. El argumento oficial culpa a las mafias, pero esa idea obvia que las mafias actúan con la complicidad de Marruecos que, como mínimo, incumple su obligación de controlar las rutas por las que trasladan como ganado a los seres humanos que huyen de la guerra, la miseria y la pobreza a la que la avaricia comercial por las materias primas ha condenado a África. Un mirar hacia otro lado para que las imágenes no molesten nuestras confortables conciencias. Son negros. La misma actitud que ante la guerra en Ucrania, un dar la espalda a la guerra y sus consecuencias humanas, sociales y socioeconómicas. Da igual, todo eso está a la puerta de nuestras casas. La inflación ha superado en junio la cifra de dos dígitos con un 10,2%, su máximo desde 1985. Un indicador de que el camino hacia un empobrecimiento generalizado que comenzó en 2008 sigue impasible. Y en ese contexto, la OTAN y EEUU exigen un aumento de la inversión militar en Defensa. La Cumbre de Madrid comienza con el anuncio de Biden de que EEUU aumentará su presencia militar en la Base de Rota. Sánchez asiente y adelanta que el Estado invertirá 11.000 millones más en la industria belicista. De dónde van a salir de momento no ha dicho nada. Y con un acuerdo con el supremacista islamista Erdogán para que Turquía retire el veto a Suecia y Finlandia y puedan ingresar en la OTAN. Supongo que a costa de traicionar a los kurdos, como Sánchez traicionó al pueblo saharaui en su pacto con Marruecos. Un error político, diplomático y ético histórico. Erdogán y Mohamed VI juegan a dos bandas –chantajean con el tráfico de seres humanos a la UE–, y siempre ganan. Todo sucede ante nuestros ojos, pero optamos por querer creer que lo que ocurre no sucede en realidad. Como si fuera un mal sueño del que pronto despertaremos. Pero los valores de la democracia, los derechos civiles, sociales y políticos democráticos y los derechos humanos aparecen cada vez más lejos de nuestra vista.