El arte nos humaniza, eso dicen. Nos despierta la curiosidad y nos hace receptivos a lo nuevo Miramos las obras de arte esperando que nos cuenten algo, buscando respuestas, pero no pensamos que quizás sean ellas quienes nos miran y nos interrogan, a veces incrédulas ante lo que tienen delante. El arte ha sido protagonista esta semana como telón de fondo de la cumbre de la OTAN.

La célebre obra de Velázquez Las Meninas fue el marco elegido para la clausura de la Asamblea General de la OTAN en Madrid y delante de ese cuadro se realizó la foto de familia. Sin duda una iniciativa del Gobierno de Sánchez tan propagandística como desconcertante. Un Museo como el Prado prestado a un evento de ese calibre en un momento tan crítico, en el que el único retrato posible del mundo será la imagen de un lugar dividido y en guerra.

Es frecuente que los políticos utilicen obras de arte como fondo de sus encuentros con un doble sentido, por un lado para hacer un guiño a esa supuesta sensibilidad hacia la cultura y por otro para lanzar mensajes sin palabras. Recuerden El abrazo de Juan Genovés usado por el PCE, por IU y por el PSOE y que ahora una reproducción suya decoró la sala de la citada cumbre. Abrazos como los que se dieron los líderes en ese paseo por las obras maestras de la pinacoteca madrileña en donde llamó la atención el solitario de Boris Johnson ante una obra de Tiziano.

Arte y política, eterna pareja, pero esta vez creo que lejos de darle al arte un papel relevante y reforzar la apuesta del Gobierno por la cultura lo que ha hecho es relegarlo al mero papel decorativo, a esa idea del arte al servicio del poder.