Cualquier gesto de protesta es válido para denunciar una situación injusta, ilegal o inmoral. En la era digital son muchas las herramientas para la reivindicación y la reclamación, dado que los medios de comunicación y las redes sociales amplifican sobremanera ese gesto tan habitual en las sociedades democráticas. Lo hemos visto en el mundial, con jugadores tapándose la boca o no cantando el himno de su país. Han tenido un impacto planetario. Por eso llama la atención la protesta de las últimas semanas de miles de jóvenes chinos contra la censura. Blandiendo unos sencillos folios en blanco por las calles de Pekín tomadas por la policía para evitar las protestas por las restrictivas políticas anticovid. El folio en blanco como muestra de descontento no es algo nuevo. Los escritores y humoristas ya lo utilizaban hace décadas contra censura franquista. Es el eslogan más contundente contra la libertad de expresión. Nítido, preciso y básico, no necesita palabras para ser un obús directo a la línea de flotación de los regímenes antidemocráticos. Esos que bloquean medios de comunicación y redes sociales para acallar la voz de sus ciudadanos. El folio en blanco, que ya ha aparecido también en algunas urbes rusas contra la guerra en Ucrania, se está volviendo un arma contundente contra la vigilancia y el control. Un elemento de rebelión peligroso para tiranos, oligarcas y dictadores.