La Capilla de la UPNA (que la tiene) no incluye la advocación a los santos Ángeles Custodios. Quizá por eso están en paradero desconocido una decena de obras de su Colección de Arte Contemporáneo, iniciada en 1991. La UPNA ya lo sabía por sendos informes de los años 2007 y 2017. Ahora lo sabemos todos. El detonante para el conocimiento público de tan vergonzosa desidia ha sido el interés de los comisarios de una muestra conmemorativa del cincuentenario de los Encuentros de Pamplona (1972), prevista para octubre. Preguntaron por el paradero de un díptico de gran formato (“La nube, el río y el molino”, del pintor navarro Fernando Iriarte). La UPNA compró la obra (650.000 pesetas) en 1993. Sus responsables se encogieron de hombros ante la pregunta. El informe de 2017 incluye 224 obras de arte en la colección (pinturas, esculturas, dibujos...). El cuadro de Iriarte consta como extraviado desde 2015. Estuvo colgado a los lados de la puerta del despacho del Rector y formó parte de fondos itinerantes con motivo del 25º aniversario de la institución. En 2014, la UPNA pidió permiso al autor para su restauración (estaba combado). Una anotación en la base de datos indica que la obra retornó, pero nunca más se ha sabido de ella. La UPNA lo vive entre una vergüenza mesurada (“No nos sentimos orgullosos”) y un optimismo candoroso (“No descartamos que pueda aparecer”). A partir de un argumento intelectualmente laxo: “Esta es una institución grande y hay cosas que a veces de extravían”. Una lástima que las emisoras de radio suprimieran aquel práctico y diario “Buzón de pérdidas y hallazgos”. Las instituciones públicas tienen mandato legal de adquirir bienes para conservación, protección e incremento del patrimonio cultural. A partir de ahí, los instalan como elementos decorativos, los guardan en almacenes o los pierden. Otro caso similar ocurrió con la colección de arte de CAN. Se estimaron desaparecidas 157 obras. Indolencia. Como mínimo.