En 1928, el biólogo alemán Karl Ludwig von Bertalanffy (1901-1972) propuso la denominada teoría general de sistemas (TGS).

En líneas generales, la TGS es un modelo que permite estudiar las características que definen a los sistemas, entendidos como entidades formadas por componentes interrelacionados e interdependientes.

La TGS se enmarca dentro de las ciencias de la complejidad que tratan los organismos vivos como sistemas dinámicos no lineales. La clave y el centro de dicha mirada radica en las relaciones y conexiones a diferentes escalas, tanto de los elementos del sistema entre sí, como del sistema con su entorno. Dichas interacciones dan sentido a todo, de ahí se entiende la tesis aristotélica de que el todo es mayor que la suma de las partes ya que son las relaciones entre las partes las que confieren las propiedades al sistema. De hecho, emergen cualidades nuevas de dichas conexiones que lo abarcan todo confiriendo al sistema una estructura de red, donde todo está conectado con todo. De esta manera todo es causa y a la vez consecuencia de todo, siguiendo así una lógica no lineal sino dialógica donde todo está en todo como si fuera un fractal o un holograma, es decir, una repetición a distintas escalas. Estos sistemas se autoorganizan manteniendo una identidad ordenada al tiempo que se adaptan a un contexto cambiante e incierto. Se mueven así entre el orden interno y el caos con el entorno obteniendo una complejidad que les hace diversos y adaptables aumentando así su supervivencia, que es la meta de todo organismo vivo. Viven por tanto lejos del equilibrio, en constante interacción dinámica con un entorno cambiante, por eso son abiertos y ecológicos, porque intercambian energía e información con el contexto para mantenerse vivos. Cambian para perdurar. Este enfoque se opone al reduccionismo de Descartes que rige nuestra mentalidad y que busca separar las partes y aislarlas para explicarlas y controlarlas. Igualmente, huye del holismo de un todo global que barre las diferencias entre las partes.

Esta teoría se ha aplicado en ciencias muy distintas. Desde las ciencias naturales, la TGS se ha utilizado en el ámbito de la psicología, en la sociología o las matemáticas, por ejemplo.

Además, la teoría de organización de empresas ha recurrido también a los sistemas para explicar las áreas funcionales de una empresa, las relaciones entre ellas y con el entorno, al considerar la empresa como un sistema vivo, es decir, una organización inteligente. Así, en Economía y ADE explicamos que la empresa puede ser concebida como un sistema formado por subsistemas (financiero, producción, recursos humanos, marketing…) relacionados entre sí. Además, se dice que la empresa es un sistema abierto y disipativo porque está en continua relación con el entorno. Bajo este esquema mental, se pueden detectar patrones de conducta llamados arquetipos e incidir sobre ellos alterando su estructura para la resolución de problemas en la empresa.

No es esta la única teoría que el ámbito de empresas ha recogido de las ciencias naturales. De hecho, hay autores que afirman que la economía puede ser entendida como una rama de la biología, ampliamente interpretada. Así, el comportamiento de las empresas responde al identificado en otros organismos vivos. De hecho, Adam Smith ya se basa en los aspectos biológicos del ser humano para interpretar su comportamiento económico. Y es que, en el fondo, cualquier agrupación de seres vivos, desde las bandas de aves, hasta las sociedades, pasando por las empresas, siguen un comportamiento mucho más fiel al paradigma sistémico que a otros enfoques clásicos.

Incluso en el ámbito deportivo, la TGS ha supuesto el gran cambio metodológico en el acercamiento, por ejemplo, del fútbol, entendiendo al equipo como resultado de interacciones entre seres vivos para generar un sistema que a su vez se adapta a un entorno constantemente cambiante.

Como vemos, cada vez más esta mirada se expande a diversos ámbitos enriqueciendo nuestra manera de comprendernos, al responder mejor a nuestra naturaleza viva, en constante interacción y adaptación.

Además, la experiencia reciente y los nuevos desafíos mundiales exigen de un cambio de paradigma. En este sentido la TGS parece dar una respuesta más acorde con las actuales necesidades de adaptación a entornos repentinamente novedosos e inesperados. La estrategia individualista, cerrada y rígida del sálvese quien pueda, basada en una visión cortoplacista y localista, ha propiciado que nos estallen en la cara muchos problemas de ámbito mundial que comprometen nuestra existencia.

En cambio, una mirada sistémica, que atienda tanto la diversidad como sus conexiones, que respete al otro sin desvincularse de él, y que ponga por delante la cooperación entre nosotros, entre los pueblos y con el medio para responder a la nueva situación mundial, puede ayudarnos a resituarnos y dar respuesta al nuevo panorama social, medioambiental y geopolítico. Si algo nos ha enseñado la pandemia, como dijo el Papa Francisco, es que no podemos salvarnos solos. Y si algo nos enseñan los fenómenos tanto migratorios como bélicos y de cambio climático, es que estamos todos conectados, y que lo que ocurre en un lugar del mundo influye tarde o temprano en el resto. Ser consciente de nuestra pertenencia a la red de relaciones mundial podría hacernos más responsables de nuestras acciones. Quien mejor recoge estas enseñanzas, ampliando nuestro horizonte espacio temporal es la TGS que pone en el centro la relación e interacción entre todos y con todo.

*Los firmantes de este artículo son Doctor en Química y graduado en Filosofía.Investigador y Profesor. Universidad de Navarra y Doctora en Economía. Premio Fin de Carrera. Profesora de la Universidad Pública de Navarra. Profesora-tutora UNED Pamplona