El pasado 16 de noviembre se celebró, como todos los terceros miércoles de noviembre desde el año 2002, el Día Mundial de la Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC).

La EPOC engloba un conjunto de enfermedades que causan una alteración del flujo de aire a los pulmones. Su causa fundamental es, en nuestro medio, la exposición al humo del tabaco, sin olvidar la importancia que tiene la combustión de biomasa y la contaminación ambiental.

Las personas que la padecen van presentando de forma progresiva síntomas respiratorios como la disnea o sensación de falta de aire, la tos y la expectoración (flemas), que con el tiempo pueden ocasionar una limitación para realizar las actividades diarias habituales.

Con frecuencia cursa con agudizaciones en las que se produce un empeoramiento de los síntomas, necesitando, en ocasiones, ingresos hospitalarios para su estabilización. En los casos más graves y evolucionados puede ser necesaria, incluso, la utilización de oxígeno domiciliario durante una gran parte del día.

La prevalencia o porcentaje de personas que tienen la enfermedad va en aumento. Se calcula que es del 11,8% en población mayor de 40 años y, aunque es mayor en hombres que en mujeres (14,6% frente a 9,4%), en los últimos años se ha incrementado más en ellas debido al aumento de su hábito tabáquico en las últimas décadas.

Es la tercera causa de muerte en el mundo por detrás de la cardiopatía isquémica y el accidente cerebrovascular, y origina una importante pérdida de calidad de vida de las personas que la padecen. Supone un importante consumo de recursos sanitarios, especialmente en los casos más graves y/o con agudizaciones frecuentes, estimándose que su impacto global aumentará en las próximas décadas debido a la exposición continuada a factores de riesgo, así como al envejecimiento de la población.

A pesar de todo ello, es una enfermedad poco conocida por la población y en muchos casos está sin diagnosticar.

Es importante, por tanto, sospechar la enfermedad ante la presencia de falta de aire, tos o limitación física, junto con exposición previa al tabaco u otros tóxicos, y diagnosticarla mediante una prueba relativamente sencilla como es la espirometría.

Un diagnóstico temprano de la enfermedad contribuirá a retrasar el deterioro de la función pulmonar, evitando que la enfermedad progrese hacia estadios más avanzados que conllevan mayor discapacidad y pérdida de autonomía y calidad de vida.

Atención Primaria realiza un papel fundamental en el diagnóstico y seguimiento de la EPOC.

Tras unos años en los que la pandemia de covid-19 obligó a suspender la realización de espirometrías en los centros de salud, se vuelven a realizar con medidas de precaución ajustadas a la situación de riesgo de cada momento. Además, tanto desde la Gerencia de Atención Primaria como desde las sociedades científicas, se ofertan cursos para formar a las y los profesionales en la realización y lectura de espirometrías.

El tratamiento de la enfermedad se realiza fundamentalmente con medicamentos que se administran por vía inhalatoria, aunque una vez adquirida la enfermedad el objetivo principal es ayudar a que esa persona deje de fumar. Para ello, en los centros de salud se ofrece apoyo, tanto individual como grupal, así como tratamiento farmacológico coadyuvante en los casos en los que así se considera.

El tratamiento farmacológico debe ser individualizado, teniendo en cuenta la sintomatología del paciente, así como del riesgo de agudizaciones, efectos secundarios de la medicación y control de las distintas enfermedades que con frecuencia se sufren a la vez que la EPOC.

La mayoría de los casos se controlan en Atención Primaria. En el manejo diario y seguimiento de estos pacientes tienen especial importancia los profesionales de medicina de familia y los de enfermería. Los primeros se encargan fundamentalmente del manejo farmacológico, control de las comorbilidades del paciente y detección y tratamiento precoz de las reagudizaciones. Los profesionales de enfermería, expertos en autocuidados, se encargan sobre todo de educar en el conocimiento de la enfermedad, tanto a pacientes como a familiares, ayudar a su aceptación, instruyen en el manejo adecuado de los inhaladores, promocionan la realización de ejercicio físico y la vacunación de gripe, neumococo y covid-19, y acompañan en todas las etapas de la enfermedad.

Nadie más cercano y adecuado que los integrantes de los equipos de Atención Primaria para esta labor.

Los casos más graves y complicados necesitarán ser valorados por nuestros compañeros y compañeras neumólogas con las que estableceremos un plan de actuación conjunto para dar respuesta a las necesidades de esa persona concreta. En aquellos casos en los que las y los pacientes sean complejos o con muchas patologías, tenemos, además, la posibilidad de ofrecerles su inclusión en la Estrategia Navarra de Atención al Paciente Crónico y Pluripatólogico.

Es importante, por tanto, que tanto la población, como el personal de enfermería y medicina de familia, nos sensibilicemos con esta enfermedad, pongamos nuestro foco en ella, y aunemos esfuerzos para visibilizarla. Será la única manera de frenar su crecimiento y poder ofrecer a nuestros y nuestras pacientes una atención de calidad.

¨*Médico de Familia y comunitaria del Centro de Salud de la Ultzama y coordinador del Grupo de respiratorio de la Sociedad Navarra de medicina de familia y Atención Primaria (namFYC). (En colaboración con todo el grupo de respiratorio).