Hace ya algunos meses que el Departamento de Educación decidió poner en el centro de sus políticas educativas los programas de aprendizaje en lenguas extranjeras. Su vertiente más conocida por la opinión pública es la encargada de este programa en inglés, PAI. Aunque en anteriores legislaturas ya venía ocupando gran parte del debate educativo en Navarra, fue el actual Consejero Carlos Gimeno, tras infructuosos intentos en la época de la Ministra Celaá, el que dio el pistoletazo de salida al empuje 3.0 de la cuestión, aprovechando la ley de medidas urgentes para la reducción de la temporalidad en el empleo público, impuesto desde Europa (Ley Iceta).

El mandato europeo tenía como fin acabar con el abuso de temporalidad al que han estado sometidas miles de personas empleadas en el sector público que llevan concatenando contratos durante décadas. A través de los denominados procesos de estabilización, el objetivo era reducir la tasa de temporalidad al 8%, mediante OPEs extraordinarias que tuvieran en especial consideración el tiempo de prestación de servicios en la Administración.

En este contexto es cuando el Departamento de Educación toma una decisión de gran impacto y con clara motivación ideológica, consistente en reservar, de las 766 plazas de las ofertadas para docentes no universitarios, 352 para los centros con PAI. Casi la mitad. Esta ocurrencia pervierte el objetivo de estabilización dictado por Europa, ya que impone un requisito añadido para todas esas plazas, el C1 en lengua extranjera, que excluye a muchísimos de esos aspirantes de poder concurrir a los procesos después de años de trabajar en Educación.

Cabe destacar que el dicho Departamento, ante cualquier reivindicación que lanzamos desde ELA, manifiesta su incapacidad para poder reaccionar porque debe cumplir con la legislación estatal. Sin embargo, a la hora de exigr el C1 de inglés al profesorado, el Departamento no ha dudado en saltarse la Ley de Función Pública Estatal - que prohíbe establecer como requisito a cualquier ciudadano español el dominio de una lengua no oficial para un puesto ordinario en la administración- y ha creado, a través de una Ley, un colectivo ad hoc para poder exigir este título. Cuando se trata de frenar el crecimiento de la enseñanza en euskera -Barcina dixit-, el Gobierno de Navarra muestra un arrojo inusitado para desafiar la legislación estatal.

Es en este momento cuando la oposición ve por el retrovisor que el Gobierno le está adelantando por la derecha lanzándole un envido en un tema que creía exclusivamente suyo y como necesita su apoyo para aprobar dicha norma, echa el órdago, (del “hor dago” en euskera,” it’s there” en PAI, “toma castaña” in spanish) de que no es suficiente descalabro y hay que convertir dicho programa en modelo.

El único modelo en Navarra comparable que existe sería el modelo B. Algunas asignaturas además de la propia lengua se imparten en euskera, igual que en el PAI. Este modelo se descartó, vistos los resultados, porque no conseguía la competencia deseada en euskera y por contra entorpecía notablemente las trabajadas en ese idioma. Su implantación es residual puesto que solo está presente en 3 centros en toda la comunidad navarra y además en entornos sociolingüísticos con altísima presencia del euskera. En Navarra no existen esos entornos en inglés y que sepamos, todavía, no somos una colonia británica.

En lo que se refiere a la cuestión técnica de la normativa, los modelos lingüísticos en la educación navarra se recogen en el decreto 159/1988 por el que se regula la incorporación y uso del vascuence en la enseñanza no universitaria. Está dictado para garantizar el aprendizaje de una lengua oficial de nuestra comunidad. En su preámbulo dice lo siguiente: “La Ley Foral 18/1986, de 15 de diciembre, del Vascuence , tiene por objeto la regulación del uso normal y oficial de esta lengua en los ámbitos de la convivencia social así como en la enseñanza”. Entonces explíquenos por favor, al margen de decir “¡Vamos a hacer un modelo!” sin especificar absolutamente nada al respecto (cantidad de sesiones en lengua extranjera, regulación laboral, recursos…), ¿vamos a hacer una Ley Foral para regular el uso normal y oficial del alemán, francés e inglés en los ámbitos de la convivencia social así como en la enseñanza navarra?

Entendemos perfectamente la ilusión y confianza que ponen las familias cuando desde la administración se transmite que estos programas van a aportar una competencia formidable en estas lenguas a sus hijas e hijos sin merma alguna y que defiendan que se convierta en modelo. Pero sabemos de muchísimo alumnado que para poder hacer frente a estos programas tiene que acudir a clases particulares de inglés, que la atención a la diversidad es un verdadero escollo en esos centros y que incluso se cambian las asignaturas a impartir en esas lenguas para que se den solo las “marías”, para que se entienda rápido. Muchos centros hacen malabares para mantener ese mínimo de sesiones para decir que son PAI, porque es un reclamo de puro marketing. Si el centro de al lado lo tiene, el nuestro debe tenerlo. Entonces, el PAI como modelo, ¿de qué? ¿De instrumento publicitario, de artefacto político, de foralidad? ¿La seña de identidad de Navarra en lo educativo va a ser un programa en lengua extranjera que en muchas comunidades se ha abandonado o están en ello, por la repercusión negativa que tienen en otras competencias que no son las meramente lingüísticas en dichos idiomas?

La cuestión es que el aprendizaje de idiomas no es meramente cuantitativo. En muchas partes del mundo a los idiomas extranjeros se les trata como tales y su nivel de competencia es más que óptimo. No debemos olvidar que estamos hablando de la escuela pública o sostenida con fondos públicos y que la equidad debe estar por encima de todo. Los idiomas oficiales son los que deben dominarse y adquirir una competencia lo mayor posible en otra u otras, pero no a cualquier precio.

Mientras no tengamos claro esto, la sociedad seguirá perdida y engañada por gestores que, aun a sabiendas de que en lo que quieren implantar el rigor brilla por su ausencia, seguirán atendiendo a motivaciones partidistas y de marketing, sin importarles lo más mínimo lo que realmente ocurre con la educación de las futuras generaciones.

El autor es irakasle y militante de ELA