Sse cumplió el sueño de gargantas que gritaban, a los cuatro vientos, que Argentina terminara campeón. Mucho de ese sueño se acompañó además de lágrimas, en los corazones más sentidos, cuando el árbitro polaco finalizó el partido y vieron a Lionel Andrés Messi, para muchos habría que escribir con mayúscula todo el nombre pese a que la Real Academia de la Lengua Española no lo dicte, levantar el Campeonato del mundo de fútbol.

Tamim Bin Hamad Al Tani, el alumno más aventajado de la clase, habría coronado así su plan maquiavélico con nota. Qatar había conseguido no sólo albergar un mundial a deshoras, ya que en invierno el mundial es un poco menos mundial, sino que también ha perfilado que la victoria se sirviese en copa de balón, y Lionel Andrés Messi, ya escrito bien en forma y fondo, pasase a los anales de la historia por completar su palmarés con un sorbito de champangne Bouteille Noir, la copa del mundo. El emir de Qatar maquinó la imagen más esperada en el mundo deportivo a su imagen y semejanza. Pensar que dicha foto no recorrerá las rotativas del mundo es tan estúpido como entender que la FIFA, hoy, ha puesto un clavo demasiado grande en su ataúd.

La sombra que alberga esta asociación ha crecido de forma desmedida con este final de fiesta. El programa estaba montado por el mejor postor, estadios creados de la nada desde la tribuna del dinero sobre las personas, bailes de inauguración representativos de cada país participante, creación de hinchas ad hoc en los aledaños de los estadios, etcétera, y terminando no con la chocolatada propia de estos programas, sino con la sinvergonzonería de disfrazar dicho momento icónico de negro y sin sentido, vistiendo al mejor jugador del mundo a la imagen y semejanza del propio emir de un país que atenta contra los derechos humanos.

La FIFA ya nos demostró el talante para los lavados de cara en otros mundiales, claro ejemplo de ello es el de 1978 con su sede en Argentina bajo la dictadura de Videla, o la pactada en 1970 con Franco para celebrarse en España en 1982. De Naranjito sólo falló que la tonalidad de su nombre queda muy lejos de la estulticia que nos demuestra día a día la Federación Internacional de Fútbol Asociación.

La FIFA ha perdido. Y ha perdido de manera rotunda porque había tenido en la final una oportunidad para hacer algo bien, perdonadme por mostrar toda mi necedad en este párrafo creyendo que las cosas podrían ser diferentes, y es la de denunciar la situación que, a escasos kilómetros, y en referencia a un compañero de profesión, está pendiente de ocurrir. Mientras obligan a Lionel Messi y al resto del mundo a vivir con túnica negra, una túnica que encierra sobre la copa del mundo la opresión y el atentado continuo contra los derechos humanos, el momento de elevar el trofeo al cielo, Amir Nasr-Azadani es condenado a la horca en Irán por defender los derechos de la mujer, y no se ha dicho nada. La FIFA no ha dicho nada.

Dar pie a un mundial controvertido es una cosa, ser partícipe de las decisiones de finalizar este campeonato con un manto oscuro que cubre la fiesta del fútbol es otra muy diferente. Nadie ha dicho nada. Gianni Infantino no ha dicho nada. El mundo no ha dicho nada. Una imagen vale más que mil palabras, y permitir que los posos del último trago sean una sombra tan negra sobre el fútbol y los derechos humanos, solo nos deja plantearnos que quizá lo siguiente que veamos sea la muerte injusta de un compañero de profesión, todo ello en silencio. El fútbol tiene que elegir de qué lado estar, y quizá ya lo hayamos hecho.