“Qué tiempos serán los que vivimos, que hay que defender lo obvio”. Bertolt Brecht.

¿Puede un hombre ser feminista? no solo puede, sino que debe serlo, por ética, por responsabilidad personal y social. Ser feminista es ser profundamente democrático, es ser una persona que lucha por la igualdad entre hombres y mujeres, por la eliminación de los privilegios en esta sociedad fragmentada en clases sociales muy marcadas.

Entonces, ¿por qué molesta tanto el feminismo? Como dice Nuria Varela: “Porque el feminismo cuestiona el orden establecido. Y el orden establecido está muy bien establecido para quienes lo establecieron, es decir, para quienes se benefician de él”. Además, si te consideras una persona que cree en la igualdad de hombres y mujeres pero solo lo aplicas entre tus iguales, entre lo de tu misma clase social, entre los cercanos, tienes un problema de déficit democrático y seguro que la palabra feminismo te chirría, te molesta. Porque sabes que te está interpelando más allá de tu círculo de convivencia, te está diciendo que estás muy cómodo, muy cómoda, en tu situación cargada de privilegios frente a los que no los tienen. Así, el feminismo, ser feminista, se ha sobrecargado de connotaciones negativas a propósito, para desprestigiarlo, para no nombrarlo y de este modo, lo que no se nombra no existe.

En su inicio y en su evolución, fueron las mujeres las que tomaron conciencia de las discriminaciones que sufrían y decidieron organizarse para acabar con su opresión y así cambiar la sociedad en la que vivían. Después de tres siglos de lucha, la transformación llegó por fin a los hombres. Muchos hombres se dieron cuenta de los privilegios que tenían respecto a ellas, del daño que les provocaba el machismo y el patriarcado e hicieron su reflexión personal interiorizando el mensaje. Esos hombres, con su bien hacer y su discurso, son los que también han ido generando, con su ejemplo un “efecto de contagio” entre nosotros y muchos, muchísimos, nos hemos unido al feminismo. Este nuevo hombre con su manera de entender una masculinidad diferente, ve en la mujer a una persona igual en derechos y deberes, y le enamora su libertad de acción y pensamiento. Por ello, es hora de que la lucha feminista no sea exclusiva de las mujeres y de que los hombres nos incorporemos activamente a ella en el campo de batalla y en primera línea, porque es necesario. Porque se tienen que visibilizar los hombres feministas para romper tabúes, barreras, para que haya referentes en las nuevas generaciones.

No tenemos la misma sociedad que tuvieron, que vivieron y que padecieron nuestras madres y padres. Mucho ha cambiado, mucho hemos cambiado aunque quede todavía mucho camino por recorrer. Sería injusto no reconocer que una parte muy importante de este cambio lo ha propiciado el feminismo junto a la lucha obrera y sindical. Por eso, María de Maeztu dijo “soy feminista, me avergonzaría no serlo”. Y sin embargo sigue habiendo rechazo ¿por qué a muchas mujeres no les representa la palabra feminista? ¿Por qué no se sienten feministas cuando es precisamente el feminismo lo que ha posibilitado su liberación? La profesora y escritora Dale Spender lo expresa así: “El feminismo no ha peleado en guerras. No ha matado oponentes. No ha creado campos de concentración, no ha sometido a enemigos al hambre, no ha cometido atrocidades. Sus batallas han sido por la educación, por poder votar, por mejores condiciones laborales, por seguridad en las calles, por el cuidado de los niños, por el bienestar social, por centros para asistir a la víctima de abuso, por refugios para mujeres, por reformas en las leyes. Si alguien dice “yo no soy feminista”, yo le pregunto, ¿por qué? ¿Cuál es tu causa?”.

Hablando con amigas, me dicen que se generaliza demasiado “no todas las mujeres ni todos los hombres son iguales, ni tenemos los mismos intereses”. Se ha generalizado una idea en torno al feminismo que viene a decir que en su afán de liberación y emancipación de la mujer, pretende que la mujer que libremente (y de forma pactada con su pareja conviviente) se quede haciendo las labores del hogar en su casa está mal vista y por otro lado, se hace ver desde ciertos círculos feministas que toda mujer es feminista por el mero hecho de su condición de mujer, cuando se ve que hay muchas, muchísimas, mujeres machistas que niegan la mayor. También comentan que tampoco las representa cierto feminismo clasista de las ricas “estupendas y maravillosas”, y que no entienden el ataque generalizado a los hombres por el mero hecho de serlo, sin distinción del hombre machista frente al que no lo es. Ellas conviven con hombres que no son como denuncian las feministas que son los hombres. Ellas quieren que sus compañeros les acompañen en este batallar y que sus hijas e hijos les vean juntos y coherentes en la educación de valores que fomenten la igualdad y el respeto.

Una de las grandes tragedias humanas que no se termina de erradicar y resolver es el feminicidio, el asesinato de mujeres a manos de hombres posesivos que reviven una y otra vez el “conmigo o con nadie”. Pero estos seres, no son solo hombres, son machistas asesinos y así habría que nombrarlos para no meter a todos los hombres en el mismo saco, no puede ser que nos vean a todos los hombres como presuntos asesinos. Porque el gran problema no somos los hombres, es el machismo que pervive públicamente y soterradamente. Ahí hay que atacar y denunciar. El machismo convive bien con los privilegios y con la represión a las mujeres, es el machismo exacerbado el que conduce al asesinato. El machismo es el causante del dolor, del desprecio, del sometimiento, de las desigualdades, de la falta de sensibilidad, de la represión de las emociones…, hasta de la competitividad más enfermiza. Mientras no se acabe con el machismo no se acabará con el feminicidio.

Por eso, hay que llamar a las cosas por su nombre: hombre machista, mujer machista, hombre machista asesino. Así se identifica, sin generalizar, al agresor, al / a la confidente, al maltratador, al abusador. Porque a su vez, hay que poner en valor a las mujeres y a los hombres que en su evolución personal y social son referentes en los que mirarse y apoyarse. Nos va mucho en juego, la vida a muchas mujeres, la libertad, el no dar pasos para atrás, el que nuestra juventud entienda que la convivencia desde el respeto y la igualdad es posible entre mujeres y hombres. El machismo se combate con tres armas básicas y fundamentales: la educación, las leyes y el ejemplo. Es un reto común, por lo que la lucha es única.