Esta sociedad, y nuestra propia vida, está llena de contradicciones. No me engaño. Pero algunas claman. Y es lo que me sucede con el Día Internacional del Juego Responsable que se celebró el pasado 17 de febrero. Mi estupor aumenta cuando leo que la ONCE ha dedicado un cupón especial a esta celebración. Las preguntas se agolpan en mi cabeza. ¿Para salvar a algunas personas hay que empujar a otras al profundo y oscuro abismo del juego? ¿De verdad le podemos dedicar un día en el calendario a una práctica que está destrozando vidas a golpe de rasca, ruleta, tragaperras, cupones, loterías o apuestas deportivas? Y no me vale el discurso populista de las buenas obras y los programas sociales a los que se destinan los beneficios, o los empleos que se generan en el sector.

Me pregunto por qué se minimiza tanto el impacto del juego de azar frente a otras prácticas que generan adicción. Porque si ponemos todas a la misma altura, oye, pues conmemoremos el día internacional de agarrarse un pedo o el día internacional de fumarse un porro, eso sí, responsablemente, sin que se nos vaya la mano.

Se me ocurre que podríamos apelar a otro tipo de responsabilidad, donde la carga de la prueba no recaiga exclusivamente en la persona que juega.

Por ejemplo, la de la administración pública, responsable de la regulación del juego, para que las normas protejan de verdad a los grupos más vulnerables: menores, jóvenes, personas autoprohibidas o con discapacidad intelectual. En Navarra todos ellos están accediendo hoy a los locales de juego y máquinas sin ningún tipo de control.

También las empresas de hostelería podrían tomar la decisión de sacar las máquinas de juego de los bares. Nos consta que en algunos establecimientos próximos a centros educativos se desenchufan las máquinas durante los recreos. A este sector le proponemos que promueva iniciativas del estilo espacio libre de juego o este local no fomenta la ludopatía.

Y, por último, la responsabilidad de clubs como Osasuna, referente de valores como la lucha, el esfuerzo, la solidaridad, que encarnan tanto sus jugadores como la afición entregada a muerte cada partido en El Sadar. Ese mismo club que ya lleva firmados acuerdos con tres casas de apuestas, que sepamos. Todo muy legal, sin duda. Pero también muy cuestionable desde el punto de vista ético, como manifestaban algunas personas aficionadas en redes sociales al conocerse la decisión. ¿Qué mensaje está lanzando a su cantera y su afición más joven?

Se ha constatado que el inicio del juego problemático y patológico se sitúa en la adolescencia y en la juventud en edades cada vez más tempranas. Que las apuestas deportivas ganan terreno día a día. Que el juego es potencialmente adictivo y existe un interés comercial para promocionarlo. Todo está pensado para que volvamos a él, una y otra vez. Y constituye ya un problema de salud pública, al que, por cierto, se dedican muy escasos recursos.

¿Seguimos hablando de juego responsable o responsables del juego?

Para próximos años le propongo a la ONCE que si se suma a esta conmemoración lo haga con el Día sin cupón o Día sin rasca. Y a Osasuna, me atrevo a sugerirle que en sus políticas de expansión del club haga honor a su nombre.

*La autora es coordinadora de la Asociación Aralar de Ayuda y Prevención de la Ludopatía en Navarra