Los últimos acontecimientos mundiales: la guerra, la pandemia... nos han generado un problema de suministro de energía y de otros productos esenciales que, junto con el frío invierno, que aún permanece entre nosotros, dificultan nuestra economía y, por lo tanto, nuestro día a día. No nos ha quedado otro remedio que mentalizarnos y convivir con conceptos como el cambio climático, la eficiencia energética, la economía circular, la huella de carbono… En definitiva, nos obliga a ser más conscientes del gasto generado.

Si reflexionamos sobre ello, nuestras ciudades están llenas de inmuebles que no son eficientes por su escaso aislamiento, no porque estuvieran mal proyectados sino porque en el momento en el que fueron construidos no existía normativa ni conciencia al respecto y, por consiguiente, requieren mucha energía que no tenemos, que cada vez es más cara y que encima contamina el medio ambiente. Dicha situación resulta incómoda y poco viable. No se corresponde con el progreso social, industrial o tecnológico que vivimos en otros campos y debemos cambiarla tan pronto sea posible.

Dado este contexto, la arquitectura se alza como la herramienta más valiosa para ello ya que es capaz de alterar el espacio físico para satisfacer las necesidades humanas bajo principios técnicos y estéticos. Los arquitectos, por ende, somos los profesionales que sabemos detectar qué cambio o rehabilitación necesitan esos edificios para cumplir satisfactoriamente su función.

Además, tenemos viento a favor. Nuestros dirigentes están tomando continuamente acuerdos y legislando en relación con la rehabilitación energética, como lo es la Declaración de Barcelona para la descarbonización en 2050 o los fondos Next Generation dentro del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia para impulsar la rehabilitación de edificios residenciales, viviendas y barrios con ayudas de hasta un 80% del presupuesto. Incluso el Colegio Oficial de Arquitectos en Navarra ha creado recientemente un servicio gratuito de información sobre las ayudas dispuestas. ¡Aprovechemos el momento, rehabilitemos y hagámoslo bien! Como se suele decir, en tiempo de crisis nacen las grandes ideas, así que os invito a concentrar todas vuestras fuerzas en ello para avanzar hacia el futuro, en algo tan esencial como el espacio en el que vivimos. ¡Necesitamos progresar para ahorrar!

En Navarra la situación de la rehabilitación de edificios es privilegiada. Siempre lo ha sido. En primer lugar, por cultura arquitectónica y, en segundo lugar, por encontrarnos con un clima más exigente, pero en la actualidad aún lo es más porque el Gobierno acaba de hacer compatibles sus ayudas con las europeas, aunque, no nos engañemos, podemos quedarnos atrás si no interiorizamos y nos familiarizamos con aspectos como el mantenimiento, la inversión y la planificación para prever mejoras esenciales en los edificios como son la rehabilitación de la envolvente térmica, la accesibilidad universal, la adecuación funcional y la adecuación estética, entre otras.

Debemos renovar nuestro patrimonio construido y hacer un ejercicio de contención de la ciudad para optimizar sus recursos. Apostemos por proyectos de calidad que pongan en valor la arquitectura del edificio existente y que emanen de un buen diagnóstico que priorice las acciones a llevar a cabo con mirada transversal hacia el futuro y a su vez hacia el pasado, fijándonos en los casos de éxito ya realizados en otros territorios. De lo contrario no saldremos del bucle de cálculo comparativo de precios en el que estamos sumidos. Acordar encender menos horas la calefacción para no consumir no es la solución, como tampoco lo es sustituir la caldera. Como es lógico, previamente deberíamos reducir la demanda energética, es decir, abrigar el edificio para que necesite menos energía, colocar instalaciones y elementos arquitectónicos que capten y regulen la energía solar y, por último, calcular qué otro combustible usar y en qué medida.

Soy arquitecta y, por condición, como la mayoría de mis colegas, positiva, perseverante y con vocación de servicio a la sociedad, así que os animo a no perder la gran oportunidad que tenemos hoy a nuestro alcance porque en esto consiste “gastar para ahorrar”. Como suele recordarme un buen amigo, los pobres tenemos que comprar caro para no pagar dos veces. Invertir en buenos proyectos que nos permitan por tiempo no volver a gastar y que las nuevas generaciones disfruten también de esa excelente calidad de vida de la que hasta ahora hemos presumido en Navarra gracias a la funcionalidad de nuestras viviendas a las que ahora hay que dotar del tan apreciado confort a base de reducir su consumo para seguir habitándolas con dignidad.

El tiempo vuela, no esperemos a que la varita mágica nos solucione el tema pues otra vez más no lo hará. Lo que de verdad funciona es alcanzar acuerdos entre familias, vecindario y empresas para redactar buenos proyectos y ponerse manos a la obra.

La autora es arquitecta y vocal del COAVN (Colegio Oficial de Arquitectos Vasco Navarro) en Navarra