En 102 años de vida, más de un centenar de futbolistas extranjeros han vestido la camiseta roja. En realidad, ese aporte del exterior se concentra en los últimos 37 años, desde la contratación del danés Michael Pedersen, que debutó en enero de 1986. En esa larga nómina de refuerzos foráneos figuran once yugoslavos (nacidos antes de la guerra que fragmentó el país), tres iraníes y dos originarios de Surinam. Sin embargo, en la relación solo aparece un alemán.

Pese a la influencia del fútbol germano, a sus etapas de hegemonía en las competiciones de clubes, con el aval de cuatro títulos mundiales, de ser puesto como ejemplo de trabajo en el apartado físico, con todo eso, Osasuna nunca se ha mirado en ese espejo. Lo hizo una vez y no salió bien. Ocurrió en 1923 y es como si el club hubiera descartado el aporte de esa escuela de por vida; incluso durante años, cayó en el olvido la figura del único alemán que ha jugado en el equipo.

Dos años después de su fundación, Osasuna seguía desarrollando sus rápidos planes de crecimiento: quería trascender el ámbito local. Para ello era necesario aportar un extra de formación a sus futbolistas. Sin que hoy se conozcan las razones o quien le recomendó, los dirigentes rojillos contrataron a Walter Gerbart (su apellido tiene diferentes versiones Gerbath, Gobarth, Gebhardt…) “para enseñarles la escuela alemana a los futbolistas osasunistas”, según publicó Diario de Navarra. El mismo periódico confiaba en que el entrenador “sacará un núcleo de jugadores entrenados debidamente y haciendo un conjunto digno de los sacrificios que Osasuna hace por elevar el fútbol en Navarra a la altura que se merece entre las primeras capitales de España”. Sin embargo, Walter no lo pudo conseguir en los cinco meses de estancia en Pamplona.

Fuera por la diferencia de mentalidad, por las dificultades para hacerse entender o por falta de colaboración, Walter decidió pasar de la teoría a la práctica, de adoctrinar a dar ejemplo, de entrenar a jugar. Así que dos meses después de su llegada a Pamplona en diciembre de 1922 decidió vestirse de futbolista y compaginar las dos tareas, algo que, por otro lado, era corriente en aquella época e incluso pocos años después con Muguiro, Emilio Urdíroz y el canario Martín González Rizo.

El 4 de febrero de 1923, después de un mes de enero con empate en terreno del Esperanza donostiarra (0-0) y derrota en la misma ciudad ante el Unión Deportiva (4-0), Walter pasa a la acción y juega el partido amistoso contra el Baracaldo en San Juan (1-2). Transcurrirían 63 años hasta que otro extranjero volviera a alinearse con Osasuna.

Escudo de Osasuna en la época

El futbolista

Delantero goleador

Con el paso de los años, la débil huella de Walter apenas dejó rastro de su faceta como futbolista. Su trabajo como entrenador no cambió nada en el estilo autóctono del equipo, pero en las crónicas quedan retazos de un buen futbolista, que se desempeñaba en posiciones de delantero y que exhibía eficacia en el remate a gol. Sin embargo, su primera puesta de corto, ante el Baracaldo, parece que resultó decepcionante a ojos de la crítica. Diario de Navarra sancionó con dureza su aportación: “Un completo desacierto nos pareció la designación de Walter para jugar. Su labor bien a las claras es distinta a la de sus actuaciones en el equipo. El entrenador a entrenar con sus conocimientos a los jugadores del Club, a observar la forma de cada uno, señalarles sus puestos, a corregirles sus defectos en partidos y entrenamientos. Eso es por lo manos lo que nosotros conocemos de otros entrenadores”.

La prensa local resumió con una frase su aportación en ese encuentro: “Walter, desentrenadísimo y poco acostumbrado a dominar por fuerza de patadones, se limitó a pasar bien por bajo el balón al exterior”. La síntesis perfecta de lo que era el estilo de Osasuna y cómo concebía Walter el juego.

Herr Walter, como le llama la prensa (quizá por la dificultad de escribir correctamente su apellido), pasa a aparecer de forma esporádica en las alineaciones de un Osasuna que vuelve a perder ante el Unión Deportiva (1-4). Los rojillos encadenan una secuencia de malos resultados que llevan a la prensa local a apuntar que “los progresos no se ven por ninguna parte”, poniendo la bala en el entrenador.

Las derrotas enfrían las expectativas y ponen en entredicho su papel en el equipo. Queda constancia de su actuación en el mes de abril como delantero centro en una doble confrontación frente al Stadium en Zaragoza al que, según los datos de El Mundo Deportivo, marcó tres goles en San Juan (5-0) y otros dos en la victoria a domicilio por 2-3. El corresponsal del periódico barcelonés destaca su actuación y en Madrid Sport, Ansuátegui subraya los “cañonazos” de Walter, al que nombra como “el navarro de Alemania”. También que fue víctima de violentas entradas de los jugadores zaragozanos.

Entre medio de estos dos partidos, El Pensamiento Navarro publica la carta de un aficionado que critica la política de fichajes del club y aboga por jugar con el producto de la tierra. “Presentemos en adelante a Osasuna con elementos propios. ¿Qué no los tienes? Fórmelos. Todo antes que hacernos o pretender ponernos a Walter (pongamos por caso) como un valor del fútbol pamplonés”.

En esa corta estancia en el club, hay constancia de su participación el 20 de mayo en el encuentro amistoso jugado en San Juan contra el Vie au Grand Air du Medoc, de Burdeos. Y su rastro se pierde.

En abril de 1946, un reportaje publicado por Diario de Navarra recordaba que “era un virtuoso del balón. Su dribling y su toque eran maravillosos. Y dominaba el cuero como pocos. Pero era lento, de la entonces clásica escuela centro-europea”. Y ese no era el juego que gustaba en Pamplona.

Equipo de la temporada 1923-24 con varios jugadores que coincidieron con Walter.

El entrenador

División de opiniones

Recobrando la crónica anterior, el periodista abundaba también en su manejo como entrenador: “Recordamos su curioso sistema de entrenar, en el que imperaba el regate. Para ello, en una longitud de 15 metros, colocaba veinte o más palos altos, clavados en el suelo y distanciados entre sí en 70 o 80 centímetros (el jugador tenía que sortearlos con el balón). Así una vez y otra. Hasta 40 veces consecutivas, Vimos cómo más de un jugador caía mareado a mitad de jornada. A Walter nadie le quitaba de la cabeza que gracias a ese sistema, Ochoa, Urquizu y otros que comenzaban a destacar debían su fácil regate y sus progresos a la táctica suya de entrenamiento. ’Lo que hace el Athletic de Bilbao –decía Walter– no es el verdadero fútbol’. Pero Walter seguía sin concebir que el fútbol ganaba en eficacia con la velocidad”.

El entrenador alemán había llegado a Pamplona el sábado 16 de diciembre. Al día siguiente vería por primera vez a sus pupilos –entre los que estaban los hermanos Pepito y Juanito Ilundáin en la defensa, el prometedor centrocampista Florián Ochoa y el descollante Juanito Urquizu– cómo ganaban al Avión (5-2) el partido del Campeonato de Primera categoría, serie B, en el que el equipo de Pamplona tenía como rivales a escuadras guipuzcoanas.

Pese a la premura de tiempo y de que quizá solo pudo saludar a la plantilla antes de saltar al campo, el periodista de Diario de Navarra quiso ver ya en ese primer contacto los efectos de la nueva contratación: “El domingo entró en funcionamiento Herr Walter y al campo salieron los jugadores después del descanso frescos y deseoso de nueva pelea, gracias a las disposiciones de Walter”.

Pero ya el 14 de febrero El Pensamiento Navarro afirma que el equipo está en decadencia. Carga la responsabilidad en el “absentismo” de los jugadores, un buen número de los cuales no reside en Pamplona. Nuevas derrotas, en particular la sufrida en Tolosa (3-0), llevan a Diario de Navarra a afirmar el 20 de marzo: “Al entrenador debe exigírsele el progreso futbolístico de su equipo. Estos progresos no se ven por parte alguna. (…) Osasuna no es hoy un equipo del que se puedan esperar grandes cosas”.

La prensa, en concreto Joaquín Rasero, también le achacaba que hizo “fracasar” a Pacho Lusarreta, prototipo del futbolista corajudo de Osasuna, al que nunca colocaba en su posición de medio centro. Rasero había sido anteriormente portero y entrenador del equipo. Es arriesgado afirmar si Walter le caía bien o mal, pero tiraba de ironía cuando hacía referencia al alemán en sus crónicas. Así, en el partido contra el equipo de Burdeos escribe: “Poco después se castiga a Francia con un fault y Walter pone el balón en la carretera de Barañáin”. Semanas antes, tras la derrota ante el Erandio (1-4), el periodista focaliza los problemas “en quien no sabe conducirlos (a los futbolistas) hacia el progreso de su juego”.

Ángel Goicoechea, en su libro sobre los primeros veinte años de vida de Osasuna, describía así al alemán: “Walter era un hombre correcto, fino, inteligente. Y vino a España emborrachado de buen fútbol. Había residido unos años en Viena, precisamente los años en los que comenzó a hacerse famoso el fútbol austriaco. Hablaba de aquel Wunderteam con un elogio desmesurado. Era, según él, la máquina más completa y perfecta de hacer fútbol”.

Sobre la aportación que pudo realizar en apenas cinco meses, valoraba su intento de “renovar el fútbol de Osasuna. (…) No era tan inepto para dejar de comprender que Osasuna jugaba aquel fútbol porque alguien se lo había inculcado. (…) Decía que el fútbol de Osasuna, fútbol de pases largos, de velocidad, de coraje, era demasiado rutinario. El aspecto temperamental lo dejó de lado. Y este fue su gran error. (…) Hay que reconocer, a pesar de todo, que hizo una gran labor en Osasuna. Nuestro equipo, de aire bohemio, se convirtió en un conjunto disciplinado. Había orden, respeto mutuo y ligazón en sus líneas”.