Pasaron 12 segundos, 7 toques de balón. Una genialidad marca de la casa. El sello de este Osasuna de Arrasate que vuela tan alto y que ha golpeado primero en la Copa. Marca del que firma el remate y del que enseña el camino desde el banquillo, al que en los mejores sueños le habría aparecido algún contragolpe similar. Todo empezó con el podenco de Moncayola alargando esas patas que tiene como si fuera Asier Martínez en plena batida. Había vuelto el partido del descanso, con el fútbol plomizo y el corsé táctico de regreso y el balón peleado con las áreas y huyendo hacia los saques de banda.

Era el minuto 46 y el Athletic subió las líneas en un fuera de banda que Yuri le colocó a Sancet en la bota. Este buscó profundo a Muniain, acosado por Moncayola, que le hizo dimitir del pase interior. La pelota llegó a la esquina y el txantreano trató sin mucha fe de driblar al rojillo. El medio reconvertido en lateral todoterreno le tocó la pelota y no anduvo con zarandajas. Largó un zurdazo hacia el espacio donde Budimir le comió la tostada a Dani García. El salto del croata, cabezazo orientado mediante, permitió a Moi amansar el cuero, darle un toque hacia delante y empezar a armar un roto. El Athletic estaba por vez primera descosido y Moi dibujó el vuelo de un diablo con un balón al espacio.

Abde revoloteó como de costumbre, con esa sensación de que te puede ganar al poker en cada amago. Le lanzó la carrera a De Marcos, le enseñó y escondió el pañuelo y de repente le había ganado por varias chisteras. Y así como otras veces, cuando la zurda es la encargada del remate, el marroquí vuelve a pausar y otear, esta vez enfiló el marco. Quizás a Jagoba algo de todo esto ya le había rondado la cabeza y, por eso, parecía exigirle en algún lance del partido más concreción en la ventaja. Le escuchara o no, Abde culminó con una maravilla de disparo. Y este sueño está ahora más cerca.