Abde dio el primer paso que acerca a Osasuna a la final de Copa. El extremo marroquí, futbolista decisivo para los rojillos en unas últimas apariciones vitales, encendió la única luz en un partido con apagón de ocasiones y dio la victoria a su equipo. En un encuentro emocionante, intenso, con dictadura de los defensas sobre los delanteros que se las vieron y las desearon para buscar un hueco por donde prosperar, espeso en muchas ocasiones, el atacante rojillo siembra de esperanza esta eliminatoria que, de todos modos, se tendrá que resolver en San Mamés por la mínima diferencia en el marcador.

Osasuna debe darse por satisfecho por el resultado porque en un encuentro tan trabado, con tan poco aire para el juego ofensivo, la victoria se convierte en un salvoconducto excelente, que no libera de las obligaciones para el encuentro de vuelta en Bilbao, pero que otorga ese punto de apoyo necesario para afrontar con confianza y optimismo la segunda cita. De todos modos, a estas alturas de un torneo que se resuelve a doble partido, a muy pocos está reservado zanjar la eliminatoria en el primer envite.

Por la altura de la cita, por el equilibrio entre los dos equipos, todo estuvo bloqueado y muy anudado desde el principio. Hubo mucho esfuerzo, pero poco fútbol al que agarrarse. Por eso, tras una primera intensa e igualada, lo que se llevaron los dos equipos para los vestuarios es que había que alterar si se quería cambiar el desarrollo del partido. No se escondía la expectación cuando los jugadores de ataque de unos y otros se ordenaban con la pelota y buscaban el área rival, pero se rebajaba la emoción en cuanto los defensas impusieron su ley. Osasuna buscó los recursos de Abde por el flanco izquierdo y el Athletic, sabedor de la jugada, se dedicó a taponar al extremo a base de la superpoblación en el lateral. A De Marcos le echaron una mano Vivian, Dani García y un abnegado Berenguer. El exjugador de Osasuna estaba siendo uno de los hombres más dinámicos en misiones ofensivas y por obedecer a la disciplina del grupo, se fue esfumando del lugar donde mas dolía.

No hubo ocasiones y, de hecho, la única oportunidad del primer tiempo la tuvo el Athletic de rebote, cuando un disparo de Muniáin se envenenó tras tocar en un hombre de Osasuna y Sergio Herrera rectificó con el pie para salvar un gol cantado. No pasó nada más, salvo intensidad en las pugnas y algún manotazo y patada a destiempo que le puso sangre, literal, a un encuentro de guante blanco.

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Estaban los dos equipos dispuestos a enfrascarse en la misma pelea cuerpo a cuerpo, a darle quizás una vuelta a la tuerca a la situación con el paso de los minutos, cuando Osasuna se escabulló por el lado de Abde. El equipo de Arrasate organizó un contragolpe de libro, a saber: robo de balón de Moncayola y despeje, primer control de la pelota de Budimir, gestión completa de la jugada de Moi Gómez que proyecta un pase al hueco sobre Abde, y carrera gozosa, enredo al defensa y disparo cruzado a gol del extremo. Así se puede ganar un partido. Así se ganó.

El Athletic no encajó bien en gol. Nunca acabó salir airoso de las pugnas numerosas en las que continuó el partido y, aunque se empeñó en atacar a Osasuna con innegable pundonor, lo suyo fue un carrusel de centros sin peligro. En el tiempo de descuento, la lotería casi le toca a Guruzeta en el único remate entre los tres palos que solventó sin problemas Sergio Herrera. Él también es otro obstáculo de Osasuna, que siente que puede llegar a la final. En un mes hay que dar el segundo paso.

Osasuna-Athletic, resumen.

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