La RAE define la felicidad como ‘estado de grata satisfacción espiritual y física’. También como ‘persona, situación, objeto o conjunto de ellos que contribuyen a hacer feliz’. Cumplir años nos hace conscientes de que esa intensidad solo se acaricia de ciento a viento, muchas veces en diferido, en forma de recuerdos. Pero la felicidad se cultiva, y en ocasiones muy puntuales nos la encontramos como un territorio colectivo, capaz de abastecer a unos y a otros. Osasuna puede conseguir que seamos un poquito más felices, y ese poder no es menor. La emoción va a ser una de las claves de la final de Copa del 6 de mayo. Para quienes los rojillos ocupan un espacio en su biografía sentimental, vibran con sus goles o se alegran de los triunfos, será un acontecimiento. Pase lo que pase el 6 de mayo, no digamos si Osasuna se alza con la Copa, la final brindará muchos instantes de felicidad a miles y miles de navarros y navarras. Quienes piensen que el fútbol está inflado y se ha convertido en un gran negocio pueden considerar todo esto banal. Pero seguramente incurran en un error de apreciación. Los aficionados que se desplacen a Sevilla, o quienes vean el partido en la Plaza del Castillo, en casa de unos amigos, o en sus propios hogares, recordaremos este momento, que trascenderá de lo deportivo a lo vital, como sucedió con la final que Osasuna disputó al Betis en 2005. En el mejor de los casos, lo viviremos de nuevo de forma compartida, en compañía de seres queridos. En otros, en circunstancias más duras de soledad, en residencias, hospitales o incluso prisiones. Muchos con el recuerdo de quienes ya no están con nosotros, y la certeza de conocer la ilusión que les habría hecho esta nueva cita. Ya se sabe que la nostalgia es el reverso de la felicidad. Pero el 6 de mayo no es un día para la melancolía, sino para la dicha, y la estela de su dimensión permanecerá fotograbada en nuestros recuerdos. Es lo que tienen las gestas deportivas, que se rememoran, y llegar a una final ya tiene mucho de proeza. Como dicen los adolescentes, viene un partido épico. Para una nueva generación de osasunistas será el bautizo de las grandes ocasiones, imborrable. También quedará inscrito en la memoria de quienes peinamos canas, más resabiados, pero muy conscientes de la fuerza del momento. Ese pitido inicial será, parafraseando a Javier Cercas, la anatomía de un instante. Adquirirá un rango memorable, biográfico y comunitario, por más que en este caso se trate de un juego. Y si Osasuna vence al Madrid, la felicidad será completa. La culminación de un largo sueño. El premio a una institución tras más de un siglo de avatares, y un galardón sentimental para el conjunto de la sociedad navarra. ¡Suerte! Eta zoriontasuna!