Juan, sentado en la plaza de la iglesia, nos mira con cara de estos pardillos se han pasado el pueblo. Y, efectivamente, casi nos vamos hasta Etxauri. Juan es Juan Martínez de Irujo, cinco veces campeón del Manomanista, cinco veces campeón del Parejas, el navarro que revolucionó la pelota moderna y al que se le caen las txapelas del bolsillo. Y el pueblo es Ibero, el coqueto rincón de la Cendea de Olza que puso en el mapa hace quince años a pura fuerza de sus ganchos.

Encarna saluda fugazmente a dos vecinas del pueblo durante el reportaje en Ibero.

Juan hace de guía para DIARIO DE NOTICIAS, que vuelve a Ibero cuando el pueblo vuelve a sonar y a estar en el mapa. Y otra vez por una proeza deportiva: la de David García Zubiría (14 de febrero de 1994), capitán de Osasuna, central revelación y ya internacional absoluto que nació y creció en este pueblo de alrededor de 200 habitantes. Como cualquier niño de pueblo: jugando a la pelota, al fútbol, trasteando por el río, de aquí para allá todo el día, comiendo la sopa y las albóndigas de su abuela Encarna y que le siguen encantando, aunque ahora la dieta ponga sus límites.

Juan Martínez de Irujo, en la sociedad de Ibero, posa con las camisetas que tienen allí colgadas. El campeón tiene una buena relación con David García. “Cuando eres deportista profesional, necesitas encontrar refugios. Y el pueblo es uno”.

Lo que pasa es que ese niño de pueblo –como los Barjas, Moncayolas o Unais– ya es un hombre que mañana llevará el brazalete en La Cartuja para jugar la final de Copa del Rey frente al Real Madrid, en el culmen –momentáneo– de una carrera deportiva que ya es ejemplo en las academias de fútbol. “Nunca destacaba en los equipos. Estaba en mi sitio sin alzar la voz, pero cada temporada que ascendía otros se quedaban atrás”, dijo el propio David hace poco en un encuentro de canteras en Tajonar. Siempre ha sido el más trabajador. Y aquí lo saben.

Detalle del llavero de Encarna, que lleva un escudo de Osasuna siempre en el bolsillo.

Aplomo... y nervios

Bajamos con Juan por una de las calles cercanas a la imponente parroquia de la Asunción. Y arriba, en uno de los balcones, ya aparece una silueta menuda con una camiseta roja: es Encarna, la abuela de la que David siempre habla con tanto cariño. La última vez, en la convocatoria de la Selección Española. En una entrevista concedida a Radio Marca, David confesó que su abuela materna fue una de las primeras personas que le vino a la cabeza cuando recibió la llamada de De la Fuente. “Ella está muy feliz después de haberlo pasado un poco mal, y desde aquí le mando un besazo enorme”, dijo. Y aquí nos recibe con un torrente de energía poco habitual en una persona de 86 años. También está Marisol Zubiría, hija de Encarna Ilarregui y madre de David, en una semana de revuelto de emociones.

“Nerviosa no, estoy atacada”, admite Marisol. Esta semana han vuelto todos los recuerdos. David García llegó a Osasuna en 2004, con diez años. “Al año siguiente fue la final de Copa y fuimos todos los del equipo, con los padres, claro. Me acuerdo perfectamente, los estoy viendo por unas campas en las que estuvimos allá, donde el Calderón”, recuerda la madre, en un corro en el que están Encarna y Juan, y al que de vez en cuando se acerca algún curioso. “Y ahora la final, pero de capitán, después de todas las eliminatorias, uff...”, y lo dice y le recorre un escalofrío. Y enfrente, Encarna, la matriarca, charlando con vecinos. Entera. “Pues yo estoy tranquilísima”, interviene.

David ha heredado ese aplomo de la abuela, añade Marisol. “Es un profesional de los pies a la cabeza y desde hace muchos años ha trabajado una barbaridad para estar ahí”, asegura. El premio adelantado fue la convocatoria de la selección para debutar el pasado 28 de marzo frente a Escocia. Pero el día D es el sábado. “Se lo ha currado muchísimo y yo sé que mi nieto lo va a hacer bien, porque confía en sí mismo. Y los demás lo van a hacer también bien. Y luego que meta gol quien sea y si ganamos, pues ya la pera limonera”, lanza. “Lo único que quiero es que no haya lesiones, que nadie se haga daño”, apostilla, porque una abuela nunca deja de ser una abuela.

Ojalá. Pero el camino hasta aquí, con un golazo de David contra el Betis que permitió pasar de octavos, es ya histórico. “Ya llegar hasta la final tiene muchísimo mérito, lo hemos visto el finde pasado con el homenaje a los jugadores de 2005”, apunta Marisol.

El pueblo, el refugio

Esa tranquilidad, ese entorno seguro, es el que ha vivido David siempre. “Aquí ha crecido David, en la naturaleza, con el río, con su familia, con referentes deportivos, en un sitio ideal, que forja carácter”, reflexiona la madre. Y al que ha vuelto estos días previos a la final. Fuera hay mucha presión, pero el pueblo sigue siendo un refugio. El central ha estado esta semana en su pueblo, con su familia, con su abuela, descansando y bañándose en un cañón de agua cristalina que sale de una piedra que talló su tío Iñaki, su padrino, en el nuevo lavadero. Como cuando era un crío. Marisol y Encarna recorren los rincones del pueblo, los txokos que no se pueden publicar en prensa porque se llenarían de domingueros pero que son paraísos en la vera del Arakil y el Arga. Y en los que tanto se han bañado. Primero, ellas. Y después David y muchos otros.

“Cuando eres un deportista profesional, necesitas tus refugios. Como yo necesitaba ser Juan, David necesita ser David, uno más, y eso se consigue en el pueblo”, apunta Martínez de Irujo, que algo sabe de finales. ¿Le das algún consejo? “¿Yo, consejo? Ya ninguno. Que disfrute”, zanja, directo, sin dudar, como un gancho. “Para mí, lo más importante, es mantener rutina, hacer lo que haces siempre, aunque tengas la final. David es un profesional y va a hacer lo que tiene que hacer. Ya se le ve, que está en todas, que es el jefe de la defensa, que no se achica. Que haga lo que sabe hacer. Y que lo disfrute”, resume.

Juan se despide. Se tiene que ir porque el martes es uno de los peores días de ajetreo, con dos crías de 13 y 9 años que, por cierto, son muy osasunistas. “Si no dormís mucho será buena señal”, desea, antes de marcharse, con la risa en la cara. “Ya dormiremos el lunes, o el martes”. Mientras tanto, en la cuna del capitán se sueña la Copa.