La actualidad convierte, a veces, en noticias, lugares olvidados y desconocidos, y profundizando en ellos, se descubren además historias verdaderamente curiosas. Como que el Palacio de Rozalejo, ahora de nuevo noticia porque va a comenzar su rehabilitación, nunca funcionó como palacio y lugar de estancia de la nobleza, sino que su fin fue otro bien distinto: estaba predestinado a ser casa de vecindad. Y más curiosidades, su fachada, que superpone tres cuerpos de orden dórico, es casi idéntica a la del Ayuntamiento de Pamplona (ambas son del siglo XVIII), aunque la de la Casa Consistorial “opta por la más tradicional superposición de los tres órdenes” de columnas. 

Así lo recoge un interesantísimo análisis realizado por el Doctor en Historia del Arte Alejandro Aranda Ruiz, bajo el título Estudio Histórico Artístico del denominado Palacio del Marqués de Rozalejo, un trabajo llevado a cabo por encargo para conocer las peculiaridades de este histórico inmueble con motivo de la restauración del edificio de la calle Navarrería por el Gobierno de Navarra y su puesta futura en uso como Instituto de la Memoria Histórica.

El hoy conocido como Palacio del Marqués de Rozalejo no se hizo para tal marqués sino que fue en origen, y para eso fue encargada, la casa principal de los Guendica, y según el estudio, “responde tanto desde el punto de vista histórico como artístico a las características prototípicas de la casa señorial pamplonesa del siglo XVIII”. Los Guendica eran un linaje vizcaíno, y uno de sus hijos, Luis, enlazó con la familia pamplonesa de los Aldunate en 1713 (se casó con una de sus hijas), lo que le llevó a conformar un amplio patrimonio en Navarra y a solicitar de las cortes navarras la naturalización como navarro que obtuvo antes de morir. ¿Cómo lo consiguió? Fue militar y nombrado por Felipe V cabo principal de armas del Perú y gobernador del puerto de Callao. La fortuna que amasó en las Indias le sirvió, a su vuelta a Pamplona, para hacerse con un “rico patrimonio en la capital”. Así, según consta en el Archivo municipal, adquirió casas en la calle Mayor, dos en la Navarrería, una en la calle Merced y otras en Tejería y un bajo en San Nicolás, así como hasta el señorío de Olaz Chipi, entre otras muchas, como recoge el historiador. 

La escalera imperial en 1961. AMP y Colección Arazuri

La casa fue construida sobre varias parcelas que adquirió en la Navarrería a partir de 1738, necesitando varios préstamos para finalizarla. Esta ubicación era muy especial para Guendica, porque se ubicaba en ese enclave “el hogar originario de su esposa”, y allí “a la cabeza de su mayorazgo, Luis colocó la casa que habría de ser el mascarón de proa de su éxito social”. Una ubicación espectacular ya que la calle Navarrería era “una de las vías principales de la Pamplona moderna”, por donde pasaban desfiles y procesiones, como la del Corpus y San Fermín”, y por lo tanto “ocasión inmejorable de ver y ser visto”.

La construcción duró entre 1739-1743 y contó con los mejores carpinteros y maestros de cantería. Ejemplo de ello, explica el autor del estudio, “la excepcionalidad de su fachada, realizada enteramente en piedra”, y es, a juicio del autor, “una de las más atractivas de cuantas se erigieron en Pamplona en el Siglo de las Luces, y la compara con la de la Casa Consistorial, construida poco después, entre 1753 y 1756. Eso la principal, porque la trasera da a la Mañueta, está configurada en ladrillo y con balconadas con ménsulas de piedra y contaba con huerta y jardín.

La fachada en 1887, comparada con la de la Casa Consistorial, construida poco después. AMP y Colección Arazuri

Fue casa de vecindad, nunca palacio

“A pesar de constituir un excelente ejemplo de arquitectura palaciana pamplonesa del siglo XVIII”, la casa principal de los Guendica nunca se destinó “al fin para el que fue edificada”, indica el autor del estudio. Así, precisa que, a pesar de construirse con el objetivo de “propagar las glorias del promotor y su estirpe”, éste “quedó reducido a la fachada y a su escudo de armas, siendo el uso y función del palacio muy distintos a lo que cabría esperar de semejante construcción”. Y aún más: “De hecho, ni tan siquiera sus promotores, Luis de Guendica y su esposa, María Ignacia de Aldunate, habitaron la casa”, y esto hizo que, casi desde el mismo momento en que fue construido, el palacio no llegase a funcionar como la residencia señorial de una familia notable y de sus criados”. 

Solo sus descendientes pisaron el palacio de la calle Navarrería. De los tres hijos e inmediatos herederos del matrimonio, solo el último, el mariscal Francisco Ignacio, “residió en el palacio desde 1790 tras solicitar el retiro”, y ya entonces hay constancia de que el edificio contaba con diversos inquilinos arrendados. En 1801 recayó tras su muerte en su sobrino y de éste a su sobrino nieto en 1808, Policarpo. Y es entonces cuando comienza la historia del Palacio de Rozalejo con este nombre. 

Imagen actual del zaguán del palacio. AMP y Colección Arazuri.

Policarpo Daoiz, el marqués

¿Quién era pues el Marqués de Rozalejo? Policarpo Daoiz heredó el palacio, pero también el título de Marqués de Rozalejo concedido a su tío materno Félix María de Sala y Hoyos en 1801. El autor destaca que Policarpo “fue el miembro de la estirpe Guendica Daoiz que mayor número de años y de forma más estable residiría en la casa principal del mayorazgo”, al menos entre 1820-20, y a partir de 1850 hasta morir en 1861, por lo que la población de Pamplona rebautizó el inmueble “como el palacio del Marqués de Rozalejo”. 

“Su objetivo de propagar las glorias del promotor y su estirpe quedó reducido a la fachada y el escudo”

Apenas unos criados acompañaban al marqués en su humilde palacio, mientras que el resto, ya distribuido en otras viviendas, era alquilado no solo por marqueses y militares, sino también por comerciantes y familias de distinto espectro social. Allí se ubicó a finales del siglo XIX la academia de enseñanza San Luis, y en la planta baja se incorporaron diferentes negocios, una venta de vinos y un comercio de alpargatas, y las gaseosas Uzcarré. Y hasta Atanasio tuvo en su portal un local de ropa deportiva. Hoy, siglos después, cambiará de nuevo su historia.

Curiosidades

Como el Ayuntamiento. La fachada de Guendica es la única de la Pamplona del setecientos que se organiza a través de la superposición de tres cuerpos de orden dórico. “En cambio -recuerda el estudio- la única fachada con la que se puede comparar, en este sentido, la de la casa Consistorial, opta por la más tradicional superposición de los tres órdenes”. A juicio del autor, el uso del dórico quizá se hizo “en aras a reflejar mejor las cualidades de sobriedad y fortaleza que se presuponían en un militar como Luis de Guendica”. 

Escudo de armas de Luis de Guendica. AMP y Colección Arazuri

El escudo no es el Rozalejo, como se creía

El estudio realizado por Alejandro Aranda también defiende la tesis de que el escudo de armas colocado sobre el balcón central superior no correspondía a la etapa del Marqués de Rozalejo posterior sino que “fue colocado en el momento en el que se finalizó la construcción del palacio, muy posiblemente hacia 1744”. De hecho se representan en él las armas de Guendica, y además en 1793, antes de que se produjese la concesión del marquesado de Rozalejo, el escudo “ya lucía en el frente del palacio pamplonés”.

Rozalejo, en la actualidad. Redacción DNN