– Los problemas en la mano izquierda frenaron a Unai Laso en su último partido de semifinales. La cita era intrascendente y no experimentó. Tal y como reconoce, llegará en plenas condiciones junto a Imaz a la final del domingo en el Navarra Arena ante Elordi-Zabaleta.

El pasado fin de semana no pudo jugar su tercer partido de la liguilla de semifinales por mal de manos. ¿Cómo llega a la final del Parejas?

—Bien. Estamos en un buen momento. Sobre todo, psicológicamente. Hemos tenido partidos muy duros que los hemos sabido solventar. Eso, más que fuerza física, te aporta fuerza mental para afrontar un partido tan importante. Haciendo un buen trabajo con los fisios hemos recuperado las manos. Es un día grande y hay que darlo todo.

¿Le preocupa su mano izquierda?

—Siempre estás dando vueltas al taco, a cómo poner el agujero. Hay mucho trabajo de protecciones y masajistas.

No ha sido un Parejas plácido...

—Ha sido difícil. Ha habido momentos buenos y malos. Desde el principio entramos como el año pasado a nivel de puntos, pero no nos encontrábamos igual en la cancha. En 2022 yo estaba más regular y mejor de juego; Ander, por su parte, ha sufrido con los problemas de manos. Aun así, en el momento clave hemos sabido sacar las cosas. En el play-off contra Peio Etxeberria y Rezusta tuvimos el momento más crítico del campeonato (remontaron un 19-21) y pudimos darle la vuelta. Tal y como estaba Mariezkurrena, jugárnosla en el segundo partido de la repesca hubiera sido muy difícil. Y contra Altuna III-Tolosa, en el debut en semifinales, vivimos otro choque muy duro. Llegamos a ir perdiendo 4-12 y acabamos ganando 22-21. Darle la vuelta aporta confianza y en el segundo encuentro de semifinales disfruté en la cancha como hacía tiempo que no lo hacía. Gocé como un niño, se me notaba. Aun así, jugando perfecto contra Elordi-Zabaleta casi perdemos (22-19).

“Aitor Elordi y José Javier Zabaleta forman una pareja rompedora. Si dan lo suyo, te pueden dejar en diez. En la semifinal hicimos un partido perfecto y casi nos ganan”

¿Se valora más positivamente un Parejas en el que han sufrido?

—No lo creo. Cada campeonato es distinto y el objetivo de llegar a las semifinales era el mismo. Este año hemos tenido partidos más justos, pero si los sacas adelante es por algo. Es clave tener la cabeza fría. Que salgan las cosas bien puede ser cuestión de suerte, pero también de mentalidad. En 2022 y 2023 hemos llegado al mismo sitio, todo queda atrás y solo queda pensar en la final. Yo los valoro igual.

Es el campeón, pero además actúa como tal: asume responsabilidades, nunca se borra, se expone, ayuda al zaguero... Va con todo.

—Es mi carácter. Pese a que tenga un mal día, voy a ayudar a mi compañero. Es mi juego, es mi forma de ver la pelota. Siempre intento dar el cien por cien, aunque haya encuentros en los que no pueda sacarlo. Desde joven he sido valiente y descarado. A este nivel, muchas veces estar acelerado me hace perder partidos o fallar más, pero creo que el público sabe valorar la valentía y que salgo a dar hasta la última gota de mí. Es mi carácter, mi forma de ser. Lo ha sido y lo será hasta que el cuerpo aguante.

Cuando a Martínez de Irujo se le preguntaba por su carácter en la cancha, siempre decía que le había hecho ganar más partidos que los que le había hecho perder.

—En mi caso pasa lo mismo. Muchas veces hay deportistas que en los momentos más duros se hacen pequeños o les entra el agobio. A mí me ha pasado también, pero en los 21 iguales me gusta arriesgarme, sin ir a lo loco, e intentar hacer el tanto. Hay veces que no sale, pero por lo menos me voy a casa con la conciencia tranquila: me he arriesgado, lo he intentado y lo he dado todo. En definitiva, he sido yo hasta el final.

Continúe.

—Fíjese, a veces veo partidos y me fijo en que estoy demasiado frío, que no soy yo. No doy la cara. Esos son los días en los que me voy a casa con mal sabor de boca, aunque haya ganado. El trabajo del día a día es para sacar todo tu juego en la cancha.

Se trata de ser honesto consigo mismo y con el público, ¿no?

—Eso es. Tú sabes cuál es tu juego ideal y hay muchos factores que pueden provocar que no lo saques.

Es un pelotari que no se arruga.

—Entonces es cuando te vas triste del frontón. Lo bueno de la pelota es que tienes un partido la semana siguiente. Todo va rodado.

¿Le da vueltas si en el 21 iguales se le va el remate al colchón?

—No. Si es una decisión que he tomado en el momento, voy a tope con ella. Durante el partido hay decisiones malas, pero en el 21 iguales... Contra Altuna III tenía que entrar; ante Peio, aunque no estuve fino con el gancho y las paradas, tenía pelota para terminar. Pese a no estar bien, hay que volver a intentarlo. No puedo estar esperando a que fallen los rivales o me hagan el tanto. Si se te cae el remate, te vas disgustado; pero por lo menos lo he intentado y he sido yo, que es lo que buscas en los partidos.

Dicen que el colorado pesa. ¿Cómo ha sido este año para usted?

—Al verano, después de pasar un año muy duro tanto física como mentalmente, llegué con un bajón. Eso lo he hablado con el psicólogo y es lo normal. Pasé lesiones y me costó coger el juego. Sí que hay más presión. Lo que diga la gente no me importa mucho: entreno para mí y juego para mí. Soy ambicioso y quiero dar mi mejor versión. Igual pesa un poco el colorado, pero más por mí.

El año pasado llegó a las tres finales y ganó la txapela del Manomanista. Después, Baiko le mejoró el contrato y es la figura de la empresa. ¿Percibe ese estatus?

—Sí que te posicionas arriba, pero intento ser humilde en el día a día. Hago mi trabajo. He pasado malos momentos y lo que viene ahora es un premio. Es el momento de disfrutar.

Juegan ante Elordi y Zabaleta.

—Son una pareja rompedora. Si dan lo suyo, te pueden dejar en diez.