Explican la acción de un Gobierno o se enfrentan a una crisis o polémica. Hombres y mujeres que acumulan horas de exposición frente a los periodistas. Ser portavoz requiere capacidad comunicativa, una visión colegiada de la acción del Ejecutivo y un tono que responda a las necesidades gubernamentales, que no choque en demasía con los medios y no genere innecesarios roces en la peliaguda tarea de atender a los periodistas.

Mucho han cambiado las portavocías desde los ochenta, porque el oficio de contar dispone hoy de tecnologías inimaginables entonces. También ha cambiado la propia política y los ritmos e inercias que se imponen. Basta recordar, por ejemplo, la sobriedad de las cortinas que servían de atrezo en la sala de prensa. Aladino Colín, portavoz del Gobierno socialista de 1987 a 1991, recuerda que Urralburu “puso mucho énfasis en que cada uno de los consejeros tenía que ser realmente un portavoz del Ejecutivo. En esta “idea fuerza”, recuerda, “el portavoz debía limitarse a la coordinación y a transmitir los acuerdos del Gobierno”. Entonces las ruedas de prensa no eran semanales, sino “en función de la importancia de los asuntos”, indica. También recuerda que había “muchas menos sesiones parlamentarias”. La inmediatez ha cambiado mucho el panorama, si bien Colín entiende que lo fundamental sigue siendo “transmitir bien, con claridad y transparencia, y estar a disposición de los medios”.

Revolución digital

En tiempos de Alberto Catalán, portavoz del Gobierno entre 2003 y 2011, se vislumbró que el auge digital requería un nuevo equipamiento. Así, en 2007 fue presentada la nueva sala de prensa del Gobierno, con un coste de 1,3 millones de euros.

De la época predigital fue Santiago Cervera (1996-1999). “Hoy eres portavoz y tu principal herramienta es Twitter. Puedes serlo a cualquier hora. Tienes mayor capacidad para crear formatos de transmisión del mensaje. Hoy me hubiera divertido mucho más...”, afirma. Cervera se muestra crítico con el panorama actual. “Parece que los portavoces se dedican más al activismo y la propaganda política que a contar lo que se hace. De ahí que tengan más poder interno. Y de ahí que se les dote de unas estructuras de las que yo no dispuse”, concluye. En el diagnóstico de Colín también hay un mensaje crítico: “Creo que se peca de excesiva presencia, lo que desvirtúa mucho el mensaje respecto a los temas importantes, hay tanta comunicación que se pierde la verdaderamente importante”. Piensa que hay una “vulgarización de la información”, y una “maraña” donde el ciudadano se pierde. “Tanta información y tan permanente” no garantiza que el destinatario repare de verdad en ella”, y reclama una reflexión al respecto.

Sobre el rol de la portavocía

lll Urralburu, pionero. Ni el Gobierno de del Burgo ni el de Arza tuvieron una persona destinada a tal misión. Después, en la primera legislatura de Urralburu (83-87) fue portavoz Javier Rozas, que no era consejero de aquel Ejecutivo. Algo que cambió en la segunda legislatura de Urralburu, en la que asumió el cargo Aladino Colín, que era consejero de Presidencia e Interior. Pasaron muchos años, hasta el Gobierno de Barkos para que otra persona ajena al Ejecutivo asumiera esa responsabilidad. Pero María Solana en unos meses pasó a ser también consejera. Ahora una consejera de Economía y Hacienda ha sustituido como portavoz a un vicepresidente primero.

Un repaso histórico