Olga Rodríguez (León, 1975) es una periodista polivalente. A su trayectoria como enviada especial en conflictos, suma reconocimiento como observadora crítica, y ahora su trabajo como coguionista, junto con Juan Diego Botto, de la película En los márgenes, triunfadora en el Festival Ópera Prima de Tudela. Un aldabonazo contra los desahucios y su impacto traumático a partir de la propia experiencia periodística de Rodríguez. Hija de periodistas, esta comunicadora es una mujer con sentido de la justicia, pasión viajera y vocación por contar lo que pasa. Esas tres vertientes conforman su trayectoria y quedan reflejadas en esta entrevista. “Hay una toxicidad que envuelve un derecho básico como es la vivienda, contemplado así en la Constitución, que es muy dañina para toda la sociedad”, denuncia. Su argumento es sencillo, pero nada simple: “si hay gente que se queda atrás, afecta al conjunto”. Verdad profunda.

Dice que le gusta la gente “valiente”. Para el protagonista de En los márgenes, valentía es mirar la realidad. 

–Sí, lo que tenemos alrededor, porque a veces no lo vemos. Lo que cuenta la película pasa en todas partes. Nos cruzamos todos los días con personas afectadas por desahucios o precariedad, que corren el riesgo de quedarse en la calle. La precariedad y la falta de vivienda son problemas muy estructurales, con unas causas y unos responsables, por la especulación, la falta de vivienda social (somos el país de Europa con menos porcentaje), o por cómo influyó el rescate bancario en la compra de un montón de activos tóxicos, cuántos pisos vacíos hay de fondos de inversión... Nos han enseñado a que esto nos tiene que dar vergüenza si nos pasa. Así que muy poca gente lo cuenta. Hay que darle la vuelta a la vergüenza. Que gente trabajadora, digna, honesta, sea echada de su casa tiene que dar vergüenza a los responsables. En otros países los estados tienen alternativa habitacional. Aquí no, por eso Naciones Unidas ha dado un toque a España para que garantice un techo a las personas que lo necesitan. Es un tema de gran actualidad en el que a veces en los medios de comunicación nos hacemos los despistados, y olvidamos que atraviesa nuestro presente. Cualquier historiador honesto en el futuro lo subrayará para definir nuestro presente. 

“Que gente trabajadora, digna, honesta, sea echada de su casa tiene que avergonzar a los responsables”

La directora de la Red Navarra contra la Pobreza nos decía que delegar en los servicios sociales la exclusión resulta insuficiente.

–Los servicios de atención social están desbordados, eso también queríamos reflejarlo en la película. El mejor trabajador social o la mejor educadora no van a dar abasto, porque no hay suficientes recursos. Eso es muy frustrante para todos estos profesionales. Por eso han surgido asambleas de gente afectada por el problema de la vivienda en todas las ciudades. Quisimos reflejar la enorme presencia de mujeres en estas asambleas. Más del 80%. En muchos casos los hombres, cuando ya no pueden ejercer como cabeza de familia y sostenerla, caen en depresión o en alcoholismo, o sienten mucha vergüenza y prefieren empezar de cero. Y son ellas las que dan un paso al frente, no siempre, evidentemente, y las que se unen. Esto lo he visto en muchos sitios, en las guerras también ocurre, cuando todo se derrumba y se rompe, las mujeres crean tejido social sostienen el mundo. Se empoderan muchísimo, tienen mucha fuerza y deciden luchar por su derecho hasta el final, no rendirse. Sociológicamente se han hecho muchos estudios al respecto, porque es muy llamativo.

“Son tiempos muy oscuros en buena parte del mundo, en los que se está deshumanizando a los más vulnerables”

¿Qué opinión le merece la Ley de Memoria Democrática? 

–Los tres pilares que subrayan Naciones Unidas y el derecho internacional, verdad, justicia y reparación, no están garantizados con la nueva ley lamentablemente. Es un avance en muchos aspectos, pero España decidió en la Transición y en las décadas posteriores dar la espalda al derecho y a la justicia. De alguna manera apostar por la impunidad del franquismo, en nombre de la convivencia. Se nos ha transmitido un mensaje preocupante, que la verdad, la justicia y la reparación son incompatibles con la convivencia. Eso denota una falta de cultura de derechos humanos muy grande. Como reportera he cubierto desde comisiones de la verdad en países africanos hasta procesos de exhumaciones masivas en Oriente Medio y América Latina, y de justicia y reparación en diferentes países. A medida que cubría aquello me iba preguntando: ¿Y por qué en mi país no? Creo que es una pregunta que deberíamos hacernos todos. ¿Cuál es la anomalía española dentro de Europa? Porque somos una anomalía en este sentido. 

¿Esto es un paso con fuertes peros?

–La Ley es bienvenida, pero para mí tiene muchos déficits. Uno es que no garantice ni subraye la necesidad por parte del Estado de crear equipos que se encarguen de las exhumaciones, que van a seguir privatizadas a través de externalizaciones en las que se va a estudiar a quién se le da el derecho a exhumar. A qué peticiones se dice sí y a cuáles no, basándose en un mapa de fosas que ya de por sí, por ejemplo, no incluía las que nosotros exhumamos en febrero en León, donde estaba mi bisabuelo. Las asociaciones memorialistas buena parte de las veces cuando empiezan a exhumar no saben si van a encontrar algo, pero hay que buscarlo. Cuando se exhuma se rompe el silencio, y lo que se extrae no son solo huesos y pruebas de los crímenes. También palabras; en torno a una exhumación surge una gran conversación que este país tiene pendiente. Por eso hay que apoyar todas las herramientas que faciliten la verdad, la justicia y la reparación. Porque sin memoria y sin estos tres pilares no se puede tener, como decía el poeta argentino Juan Gelman, un civismo sano. Para mí esto explica la identidad de nuestro país y nuestra actualidad, la cultura de la impunidad que se perpetúa hasta hoy.

“Verdad, justicia y reparación no están garantizadas con la nueva Ley de Memoria Democrática”

Hablaba de una anomalía. Que un jefe de la oposición hable en los términos expresados tras la exhumación de Queipo de Llano, muestra el laberinto en el que se halla el PP.

–¿Qué les permite decir esto? El desconocimiento masivo de nuestra historia reciente, de la historia de nuestros propios padres y abuelos, en muchos casos. Hay una base allanada para que alguien pueda decir esta barbaridad, que es la ignorancia. Por eso es tan importante la introducción de la memoria democrática, de la memoria histórica reciente, en los libros de texto y en las escuelas, institutos y universidades. Porque lo que se produjo en muchos lugares en este país no fue una guerra, fue un golpe de Estado que en la mitad del país triunfó en los primeros días.

Como en Navarra, por ejemplo...

–Exactamente, o como en Castilla o en Galicia. Fueron pueblo por pueblo, casa por casa, para matar, hacer desaparecer o torturar a personas que no apoyaron el golpe de Estado o que tenían unas ideas políticas determinadas. Eso, en derecho internacional tiene un nombre, una terminología, que es genocidio. Persecución por causas ideológicas. Yo soy de León, y pasó lo que en Navarra. Allí se creó el campo de concentración de San Marcos, por el que pasaron decenas de miles de personas. La gente no lo sabe, no sabe lo que pasó en su propia tierra. No lo sabe. No hay un museo de la memoria, faltan placas explicativas. Ojalá nos pareciéramos a Navarra, donde vais muy avanzados en muchas cosas, aunque evidentemente nunca sea suficiente. 

“En una exhumación no solo se extraen huesos y pruebas de crímenes; surge una gran conversación pendiente”

Volvemos al desconocimiento...

–Aquí hubo miles y miles y miles de personas que no empuñaron nunca un arma, y que fueron asesinadas y hechas desaparecer por sus ideas o por no apoyar un golpe de Estado. Y el problema es que demasiada gente en este país no sabe eso, siquiera. Por eso Núñez Feijóo se puede permitir decirlo también.  

Las líneas de acción del Ministerio del Interior ante Marruecos, y de Defensa respecto a la OTAN, muestran planteamientos belicistas.

–Dos ministerios que representan el Estado más profundo. Que parece que da igual quien gobierne, que siempre van a tener unas posiciones muy determinadas. Me preocupa mucho la época que vivimos. Son tiempos muy oscuros, no solo en España, en toda Europa y en buena parte del mundo. En los que se está deshumanizando a los otros, a las personas más vulnerables, a las que son desahuciadas, migrantes, refugiadas, en un proceso muy similar al que Hannah Arendt describió cuando hablaba de la banalidad del mal. Esta filósofa ya lo escribió en su día: no solo tenemos que fijarnos en los números, sino también en el procedimiento. Y el procedimiento de deshumanización que se está haciendo desde las propias instituciones en muchos países hacia las personas migrantes es muy preocupante. Menciona la OTAN; uno de los compromisos de la cumbre en Madrid fue considerar la migración como una amenaza híbrida y responder de ese modo. Una semana antes había ocurrido lo de Melilla. 

“Ojalá en León nos pareciéramos en políticas de memoria a Navarra, muy avanzada en muchas cosas”

Con un Gobierno de coalición que en estas carteras muestra una línea que poco tiene que ver con postulados de izquierda o alternativos. 

–Hay que ver quién es la mayoría dentro del Gobierno de coalición. Hemos visto también en otros Gobiernos del PSOE, que a través del Ministerio del Interior se encargaron de crear y consolidar los centros de internamiento para extranjeros, por ejemplo. De legitimar un racismo institucional, de hecho. Y ahora estamos en un marco global que tiende a la deshumanización y a la normalización de discursos de odio en prime time en muchos medios de comunicación. A la normalización de discursos de extrema derecha y racistas. En ese contexto, desde Interior lamentablemente siempre se han legitimado políticas de racismo institucional. 

¿Y con respecto a la guerra?

–Me preocupa muchísimo el belicismo existente, las declaraciones en su defensa. Yo he cubierto muchas guerras. La guerra es lo peor que existe, no se la deseo a nadie. Las guerras atraviesan varias generaciones. Son el infierno en la tierra. Cuando en un país entran armas eso es condenarlo a la muerte y a la fragmentación durante décadas, y es lo que está pasando. Siempre, siempre, siempre hay que apostar sólidamente por la negociación y por la paz. Una y otra vez. Hasta las treguas salvan vidas. Aunque solo duren 24 horas. Me preocupa muchísimo cuando incluso en público hay discursos auténticamente belicistas, que apuestan por la perpetuación de la guerra. Debería preocuparnos a todos.

“La guerra es lo peor que existe, Es el infierno en la tierra. Siempre hay que apostar por la negociación”

El periodista Gervasio Sánchez recuerda una frase de Helder Cámara: “Quien trabaja en contacto con el sufrimiento acaba preñado de dolor”. ¿Cómo se gestiona esto?

–Esa es la pregunta del millón, porque podría presumir de que a mis 47 años ya por fin sé cómo gestionarlo, pero no. Puedo confesar que si alguien se acostumbra está jodido. Algo le pasa que debería analizar, porque desde luego es difícil acostumbrarse. Cualquier ser humano que tenga bondad y la mínima empatía no puede hacerlo. Y si te has acostumbrado, es que tienes un bloqueo que por algún lado te va a estallar tarde o temprano. Yo, lejos de haber logrado curtir mi piel y mi corazón, cada vez siento que tengo la mochila más llena de piedras que la hacen más pesada, y que todo me pesa cada vez más. Tengo siempre las emociones a flor de piel. Pero soy una privilegiada. Puedo volver mi casa, a no ser que me maten, que eso también puede ocurrir en algún momento en alguno de esos lugares. Pero dispongo de un pasaporte europeo, un gran privilegio, con el que poder huir. Hay millones de personas que no tienen eso, y que se tienen que quedar allí, intentando sacar adelante a los suyos ante la indiferencia del resto del mundo. Yo he tenido muchas veces la imperiosa necesidad de pedir que se pararan las agujas de los relojes de todo el mundo, que nos paráramos todos, ante crímenes de guerra que he visto y ante cosas que pasan y siguen pasando todos los días, también ahora mismo, mientras hablamos. Pero todo sigue, no se paran nunca las agujas, no nos paramos a hablar de ello, a analizarlo y a pensar. Decía Albert Camus que toda indiferencia es criminal. La indiferencia puede terminar matándonos a todos como seres humanos sanos. Eso es el periodismo también, intentar luchar contra la indiferencia colectiva.